lunes, 29 de marzo de 2021

  

Geoffrey Hill / La dificultad democrática


Traducción de Andreu Jaume






Geoffrey Hill

 







En el ámbito inagotable y poliédrico de la poesía anglosajona del siglo XX, Geoffrey Hill ocupa una posición difícil de acotar, incómoda y desafiante. Su obra es profundamente inglesa y a la vez excéntrica con respecto a las inercias hegemónicas de su tradición. El calificativo que le acompañó en sus últimos años -«el mayor poeta vivo de la lengua» - no era más que una hipérbole con que la prensa solía despachar la perplejidad que a menudo causaba la recepción de su poesía, siempre tildada de oscura. Y es verdad que Hill hizo de la dificultad un estandarte con el que librar su personal batalla contra la banalidad que a su juicio infectaba no sólo a la literatura y al lenguaje, sino también a la memoria y, a través de ella, a la política. Leídos en frío, los poemas de Hill pueden parecer gratuitamente herméticos, pero una lectura atenta nos acaba revelando que en realidad se trata de una propuesta muy meditada y responsable, resistente en un sentido que acaba por conmover.

Andreu Jaume





Somos difíciles. Los seres humanos somos difíciles. Somos difíciles para nosotros mismos y para
los demás. Y somos un misterio para nosotros mismos y para los demás. Uno encuentra bastante más dificultad en el día a día que en cualquier obra
«intelectual». ¿Por qué se supone que la poesía, la prosa, la pintura y la música deberían ser menos de lo que somos? ¿Por qué tiene la música o la poesía que interpelarnos en términos simplificados cuando si esa simplificación se aplicara a una descripción de nuestra vida interior nos parecería humillante? Creo que el arte tiene derecho -no la obligación- de ser difícil si así lo desea. Y como la gente suele hablar de esto oponiendo elitismo a democracia, diré que el arte difícil es verdaderamente democrático. Y que la tiranía exige simplificación.

Geoffrey Hill, entrevista en The Paris Review




Publicamos a continuación una selección de sus poemas en traducción al español, seguidos de los poemas originales en inglés. Los poemas proceden de Poesía reunida (Lumen, 2020) editada por Andreu Jaume.

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Los custodios


Los jóvenes, pronto levantados, se habían ido,
algunos a excursiones más allá de la bocana de la bahía,
otros a los lagos, un sol frágil reflejado.
Nubes de tormenta corrían, extrañas, desde el sur.

Los viejos los miran. Han visto cómo los seguros 
y abarrotados puertos se destruían con las tormentas,
irrumpen grandes mareas, los barcos arden en los muelles, 
que antes desplegaban sus velas tersas en nítidos mares.

Hay silencios. Es algo que también soportan:
leves avances; suaves postraumas de calma.
Poco a poco vadean la costa arruinada; reúnen
a los muertos, los primeros muertos llegan por los pelos. 




Leve Apocalipsis


                                     Hölderlin 1770-1843

Abrupto tentador; tan cerca como para sobrevivir
a la furia primitiva y vigorizante del sol;
abrasadas vistas donde reptan los heridos y los valientes:
este hombre sellado aguanta contra esa herida:

Resplandor hermético de grandes soles contenidos:
la común naturaleza del hombre de pronto tan rara:
ved, por la brillante frialdad de su piel,
al dios generado, perfecto, entre llamas.




Ovidio en el tercer Reich


non peccat, quaecumque potest pecasse negare, solaque famosam culpa professa facit.
                                                     (Amores, III, XIV)
Amo mi trabajo y a mis hijos. Dios
es lejano, difícil. Esas cosas pasan.
Tan cerca los antiguos bebederos de sangre, 
la inocencia no es un arma de la tierra.

Una cosa he aprendido: no menospreciar
tanto a los condenados. En su esfera,
armonizan extrañamente con el divino
amor. Yo, en la mía, celebro el coro del amor.




El hombre de piedra


A Charles Causley

Recuerda, ahora, los presagios de la infancia:
la mata de ortigas y el frondoso árbol viejo;
las piedras que esperan en el patio del albañil:

Medio reconocido reino de los muertos:
un paisaje más profundo encendido por distantes
destellos de su viaje. Al anochecer

mi padre ponía perdida de barro la casa.
Dejaba las botas en el acero lúgubre
del hogar; comía, bebía, se desnudaba, dormía.

Me acercaba a la lámpara; las pálidas polillas
se pegaban al vidrio, emitían un sonido otoñal.
Las palabras desgarraban mi mente como si olieran

la revelación de la carne… Así, con facilidad
espantosa, lo evoco todo de nuevo. 
El sol brama sobre sus enjambres abrasados.




Veni coronaberis


Una guirnalda para Helen Waddell

Los ejércitos de azafrán entre los muertos
se levantan; el reino del amor renueva
la batalla que nació para perder,
aunque por un tiempo las nieves huyeron

y viejas piedras florecen en el sur
con vid esculpida y salterio
y adulterio medio borrado
excremento de ave goteándole de la boca;

y la abstinencia corona nuestro cuidado
con laureles de mártir para este día.
Torres y agujas alzan el vuelo
hacia los elevados abismos del aire.



En Ipsley Church Lane (1)


Veo más que nunca a través de ojos de pintores.
El blanco paño de seto de perejil, el hollín les cubre.
Atoradas ramas con espinas florales, como coliflor quemada,
hasta el podrido borde del seto. Más de lo que me importa pensar
soy como aquel embrutecido por dolor irresponsable.
Nube de tormenta y sol juntos alumbran el amarillo de piedra. 

Pero eso es lirismo, como el padre Guardini
lo llama ecuánime: autosugestión, manía, 
aliviar un disgusto cercano a la desesperación,
atormentado por los celos de todos los que se curan
con amor sexual, cada uno siendo uno, el don
de esa necesidad su opción elegida.

Más tarde, como en otoño tardío, habrá 
bayas de cera producidas en masa, y quizás
un desenterrado nido de avispas como una calavera de papel, 
donde frágiles membranas de telaraña empiezan a brillar.
Donde la rápida araña momifica su muerta
furia se moverá soñolienta pero intranquila. 




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GEOFFREY HILL (1932-2016), poeta inglés, profesor de poesía en la Universidad de Oxford, y de religión y literatura en la Universidad de Boston. Es autor, entre otros, de los libros de poesía King Log, Mercian Hymns y Tenebrae. Sus ensayos críticos están reunidos en Collected Critical Writings. Andreu Jaume ha editado y traducido al español su obra en Poesía reunida (Lumen, 2020).


ANDREU JAUME es editor, crítico literario y poeta. Ha editado, entre otros, los ensayos de T. S. Eliot (La aventura sin fin, Lumen, 2011) y ha traducido asimismo su poesía (La tierra baldía, Lumen, 2015). Ha publicado los diarios de Jaime Gil de Biedma (Diarios 1956-1985, Lumen, 2015) y la Poesía reunida (Lumen, 2020) de Geoffrey Hill. Ha publicado el libro de poesía Camp de Mar (Malpaso, 2015).



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[versión original en inglés]




The guardians


The Young, having risen early, had gone,

Some with excursions beyond the bay-mouth,

Some towards lakes, a fragile reflected sun.

Thunder-heads drift, awkwardly, from the south;


The old watch them. They have watched the safe

Packed harbours topple under sudden gales.

Great tides irrupt, yatchs burn at the wharf

That on clean seas pitched their effective sails.


There are silences. These, too, they endure:

Soft comings-on; soft after-shocks of calm.

Quietly they wade the disturbed shore;

Gather the dead as the first dead scrape home.




Little Apocalypse


                                            Hölderin 1770-1843


Abrupt temper; close enough to survive

The sun’s primitive renewing fury;

Scorched vistas where crawl the injured and brave:

This man stands sealed against their injury:


Hermetic radiance of great suns kept in:

Man’s common nature suddenly too rare:

See, for the brilliant coldness of this skin,

The god cast, perfected, among fire.




Ovid in the Third Reich


non peccat, quaecumque potest pecasse negare, solaque famosam culpa professa facit.

                                                                                                (Amores, III, XIV)


I love my work and my children. God

Is distant, difficult. Things happen.

Too near the ancient troughs of blood

Innocence is no earthly weapon.


I have learned one thing: not to look down

So much upon the damned. They, in their sphere,

Harmonize strangely with the divine

Love. I, in mine, celebrate the love-choir.




The Stoneman


                            To Charles Causley


Recall, now, the omens of childhood:

The nettle-clump and rank elder-tree;

The stones waiting in the mason’s yard:


Half-recognized kingdom of the dead:

A deeper landscape lit by distant

Flashings from their journey. At nightfall


My father scuffed clay into the house.

He set his boots on the bleak iron

Of the hearth; ate, drank, unbuckled, slept.


I leaned to the lamp; the pallid moths

Clipped its glass, made an autumnal sound.

Words clawed my mind as though they had smelt


Revelations’s flesh… So, with an ease

That is dreadful, I summon all back.

The sun bellows over its parched swarms.




Veni Coronaberis


            A Garland for Helen Waddell


The crocus armies from the dead

rise up; the realm of love renews

the battle it was born to lose,

though for a time the snows have fled


and old stones blossom in the south

with sculpted vine and psaltery

and half-effaced adultery

the bird-dung dribbling from its mouth;


and abstinence crowns all our care

with martyr-laurels for this day.

Towers and steeples rise away

ino the towering gulfs of air.




Ipsley Church Lane (1)


More than ever I see through painters' eyes.

The white hedge-parsleys pall, the soot is on them.

Clogged thorn-blossom sticks, like burnt caulifower,

to the festered hedge-rim. More than I care to think

I am as one coarsened by feckless grief.

Storm cloud and sun together bring out the yellow of stone.


But that’s lyricism, as Father Guardinni

equably names it: autosuggestion, mania,

working off a chagrin close to despair,

ridden by jealousy of all self-healed

in sexual love, each selving each, the gift

of that necessity their elect choice.


Later, as in late autumn, there will be

the mass-produced wax berries, and perhaps

an unearthed wasps’ nest like a paper skull,

where fragile cauls of cobweb start to shine.

Where the quick spider mummifies its dead

rage shall move somnolent yet unappeased.