domingo, 30 de septiembre de 2018

Bianca Tarozzi. Los fastos de la austeridad / Juan Pablo Roa






Bianca Tarozzi
























       
Me decían siempre: «¡Así no,
corta los lazos, libérate!
¡Quita las rimas aléjate del metro!
Corta, reduce, encola, «En cambio a mí
no me gustaban los collages, quería enteros,
como una foto nítida la mía
poesía y la vida:
una fotografía de bordes blancos 
que delimitan, en blanco y negro,
sin énfasis, de contraste 
previsto, austero.

Bianca Tarozzi, «Límites»





I. De la poesía de Bianca Tarozzi sorprende la manera en que logra retener el misterio del lenguaje, a pesar de hallarse inmersa en los detalles más cotidianos de la vida. No lo hace al modo lírico de Montale en su Cuaderno de cuatro años –libro en el que la cotidianidad y el misterio van de la mano–, sino al de la poesía estadounidense del último siglo. Es verdad que Italia posee una rica tradición de poesía narrativa, como por ejemplo los poemas narrativos de Attilio Bertolucci –o incluso de su novela en verso, El dormitorio [La camera da letto] en la que el poeta trabajó durante casi treinta años–, pero la diferencia radica en que la poesía de Tarozzi no es lírica en su construcción, sino narrativa y a veces dramática. Se trata de una poesía en la que el entramado poético y el narrativo penden del detalle cotidiano, demostrando así que no se trata de entidades incompatibles. En una palabra, la poesía de Tarozzi tiene ligereza de pies, pero no de cabeza, y logra hacer del detalle su núcleo narrativo.


          De pequeña jugaba a Garibaldi:
          Yo era Garibaldi, las demás obedecían.
          Iniciada la conquista,
          desde el jardín hasta el solar
          no siempre me seguían.
          En lugar de obedecer
          traicionaban a gritos:
          «No juego más,
          ¡Siempre mandas tú!»
          Y por ello, consternada,
          en retirada,
          perdía la partida:
          Aspromonte, Magenta,
          tus derrotas o las victorias de los demás
          han sido mías: yo los entendía.
          Las heroínas morían en Rávena:
          ¿Amarte por siempre, morir en vano?
          En mi mente
          las interrogaba
          [...].


Una buena muestra de esta poesía puede apreciarse en la antología traducida del italiano por Jeanne Foster y Alan Williamson, de reciente aparición en Nueva York.  En esta publicación puede constatarse un punto de inflexión tras la publicación de La Buranella [La muchacha de Burano] (1996), libro en el que, si bien presenta ya los rasgos narrativos y el ingrediente coloquial de su estilo, el desarrollo de los poemas aún no parece desfigurar –enajenar– la supuesta realidad, aunque de los detalles descriptivos nace la historia poetizada:


          Y arriba en el cielo el pálido resplandor
          de las luces de Bengala. Así, a veces
          la mente se ilumina en el terror.

          Rayos, chispas en el cielo de milenios
          y estallidos, explosiones.
          Luego vuelven las estrellas: miradas fijas.
          Somos los padres y las madres de nosotros mismos.

          «Llano del Voglio»




 

II. La autora se vale de un lenguaje cercano al diálogo y su tono es más bien coloquial a pesar de que lo que refiere las más de las veces es grave en su contenido. Una muestra de ello es su poema largo «Le Ville», así como muchos de los poemas de su libro Il Teatro Vivente (2007). En efecto en este poema se refiere la historia de un desconocido que, a expensas de la súbita sintonía con un interlocutor casual –la poeta–, refiere la historia de cuando descubrió no ser el hijo de su propio padre. Se trata de un relato enmarcado dentro de la historia de un viaje por carretera de varias amigas, densa, categórica, pero contada desde la ligereza de una anécdota de viaje, con lo que adquiere una categoría desenfadada desde la cual poder narrar hechos de honda intensidad. Algo parecido a lo que sucede con el poema «La chaqueta», que habla del arresto de su padre (1926) a causa de su resistencia al fascismo de Mussolini:






          Cambiamos, pero queda en la cara
          el rastro del evento, la marca impresa
          como el sello sobre la cera

          y el pasado queda inciso 
          también en el corazón, un corazón a la ventura
          que nos guía, nos cuida, nos precede.

          Queremos algo
          más extenso y rotundo;
          del pasado perdido del niño por nacer

          el mundo sale a la luz:
          entre los dolores del parto se abre camino
          y el dolor conduce

          al gozo. […]





III. Suspense, misterio, alienación del sentido consuetudinario de la percepción son categorías que normalmente no se asocian a la poesía, y, sin embargo, son una parte integral de la escritura de esta poeta. En todos sus poemas nace una tensión imbricada con el suspense, con la expectativa e incluso con el miedo que subyace a una realidad aparentemente anodina, pero que la autora deforma con trazos de ironía y de sarcasmo a medida que se desarrolla el poema. Muchas veces se agazapa el esperpento y un ejemplo de estas apariciones es su hermana, que asoma varias veces en sus poemas, o incluso alguna de sus amigas. En apariencia, en el siguiente fragmento precisamente, se describe solamente la comparación de dos hermanas que tienen diferencias muy marcadas, pero a un cierto punto la realidad descrita empieza a teñirse de suspense, de ciertas connotaciones grotescas o, como mínimo, de un espanto velado que marca la diferencia:









          [...] La noche
          es solamente suya:
          regresa soñolienta,
          arrugada, greñuda,
          inventa historias
          especialmente absurdas.
          La ha seguido uno:
          un tipo de cabeza encapuchada.
          No, no, mejor así:
          ¡empaquetada!
          Eran un grupo,
          todos amigos.

          ¡Y este tipo entra al teatro
          con la cabeza envuelta,
          toda misterio, invisible!
          No era Carnaval
          por lo que la inocentada no vale.
          ¿Y quién era ese fulano
          y por qué estaba ahí sentado
          en el cine con ellos,
          la cabeza dentro de un saco?
          Era mi padre, me responde.
          ¿Solamente suyo, no mío?
          La historia es incomprensible:
          murió hace ya veinte años
          me digo, para hallar una razón.
          Ella aprovecha la ocasión
          para contradecirlo todo.

          «Hermanas»





IV. Para cerrar estas líneas quiero subrayar algo que apenas he insinuado: la sencillez como instrumento de exploración y de descripción de la propia escritura, de la propia manera de ser. Como si quisiera demostrar que la sencillez es una postura de la diferencia, de la propia protesta contra el mundo. En un mundo donde todos quieren protestar, el trazo sencillo, el gesto de normalidad son igualmente una manera de afianzar esa otra protesta del que quiere seguir el camino a su manera. Por eso vuelvo sobre el poema «Límites» citado al inicio de este escrito: 


          Los poetas de mi generación
          viajaban felizmente por California
          en camiones propiamente angelicados;
          escribían poemas en pequeñas hojas
          perfectamente preservadas, interactuaban
          entre sí, llevaban con facilidad
          elegantes chaquetas y delicados jeans.
          Me decían siempre: «¡Así no,
          corta los lazos, libérate!
          […]



Ya lo dice un adagio atribuido a algún poeta innovador: para romper con las formas establecidas, primero hay que conocerlas. Ahí radica su levigata cortesía («cortesía pulida») por el agua del poema recibido de la tradición… al fin y al cabo, también «el dolor conduce al gozo», según el verso citado de «La chaqueta».











______________





BIANCA TAROZZI (Bolonia, 1941) es autora, entre otros, de los libros de poesía Il teatro vivente (2007), La signora di porcellana (2012), Tre per dieci (2013) y Canzonette (2016). Su obra no ha sido traducida hasta ahora al español. Ha estudiado la obra de Jean Rhys, Robert Lowell y, recientemente, de André Gide y Charles Du Bos. Ha traducido la obra de Elizabeth Bishop, Emily Dickinson, Richard Wilbur, Lewis Carol y A.E. Housman. Es también autora de libros para niños en verso y prosa. La antología de su obra poética en inglés, The Living Theatre. Selected Poems of Bianca Tarozzi (Boa, 2017), publicada en Nueva York en edición bilingüe inglés e italiano ha obtenido el Northern California Book Award for Poetry Translation.




JUAN PABLO ROA (Bogotá, 1967) es autor de los libros de poesía Ícaro (Bogotá, 1989), Canción para la espera (Bogotá, 1993), El basilisco (Ediciones sin nombre, México, 2008) y Existe algún lugar en donde nadie (Lleonard Muntaner, Palma de Mallorca, 2010), con el que obtuvo el XXXV premio de poesía Vila de Martorell. Ha traducido la poesía de Amelia Roselli (Poesías, Ígitur, 2004), Anna Maria Giancarli (Arqueología del presente, Peccata minuta) y Antonella Anedda (Desde el balcón del cuerpo, Vaso Roto, 2014).

 ___________






Poemas citados




Mi dicevano sempre: “Non così,
taglia i legami, liberati!
Togli le rime, affrancati dal metro!
Taglia, riduci, incolla!” Invece io
non amavo i collages, volevo intera,
come una foto nitida la mia
poesia e la vita:
una fotografia dai bordi bianchi
delimitanti, una foto in bianco e nero
sobria, scandita, con il suo contrasto
previsto, austero.


I


Da piccola giocavo a Garibaldi:
Garibaldi ero io, le altre ubbidivano.
Partite alla conquista,
dal giardino al solaio
non sempre mi seguivano.
Invece di ubbidire
tradivano gridando:
“Non gioco più,
comandi sempre tu!”
E per questo, sgomenta,
in ritirata,
perdevo la partita:
Aspromonte, Magenta –
le tue sconfitte o le vittorie altrui
sono state le mie: io le capivo.
Le eroine morivano a Ravenna:
amarti sempre, morire inutilmente?
Nella mia mente
l’interrogativo.


«Garibaldi»


.............................................................


E su nel cielo il livido bagliore
dei fuochi del Bengala. Così a tratti
s’illumina la mente nel terrore.


Lampi, scintille nel cielo dei millenni
e schianti, scoppi.
Poi tornano le stelle: sguardi fissi.
Siamo ipadri e le madri di noi stessi.


«Pian del Voglio»




II



Noi cambiamo, ma resta sulla faccia
la traccia dell’evento, il segno impresso
come il sigillo sulla ceralacca


e il passato si incide
anche sul cuore, un cuore alla ventura
che ci guida, ci cura, ci precede.


Noi vogliamo qualcosa
di più vasto e rotondo;
dal passato perduto il nascituro


mondo viene alla luce:
tra le doglie del parto si fa strada
e il dolore conduce


alla gioia. [...]


«La giacchetta»




III



[...] La notte
è solamente sua:
torna assonnata,
sgualcita, scarmigliata,
e fa racconti
propriamente assurdi.


Un tale l’ha seguita:
un tale con la testa incappucciata!
No, non proprio:
incartata come un pacco!
Erano in gruppo,
c’erano gli amici.
E al cinema costui
è entrato con la sua testa incartata,
misteriosa, invisibile!
Non era Carnevale
e lo scherzo non vale.
E chi era quel tale
e perché era seduto
al cinema con loro,
la testa dentro un sacco?
Era mio padre, mi risponde lei
Soltanto suo, non mio?
La storia è indecifrabile:
è morto da vent’anni,
mi ripeto per darmi una ragione.
Lei coglie l’occasione
e ribadisce il tutto.


«Sorelle»




IV



I poeti della mia generazione
viaggiavano felici in California
su camion propriamente angelicati;
scrivevano poesie su fogliettini
preziosamente conservati, interagivano
tra loro, indossavano con agio
eleganti giacchette e smilzi jeans.
Mi dicevano sempre: “Non così,
taglia i legami, liberati!


«Confini»









viernes, 21 de septiembre de 2018

Fernando Pessoa / Dos versiones


Traducción de José María Castrillón






Fernando Pessoa, 1928




































La escritora Cecilia Meireles espera en un café de Lisboa. Ha sido invitada desde su Brasil natal para dar algunas conferencias sobre la nueva literatura brasileña. Primera en dar noticia en su país de la figura y obra del desconcertante Fernando Pessoa, había logrado citarse por carta con el poeta pero este se retrasa como a menudo ―le han advertido― ocurre con él. Se trata de un hombre aún de mediana edad, aunque con la salud poco a poco deteriorada por sus costumbres de bebedor tan callado y discreto como contumaz. (De hecho va a morir meses después de un cólico hepático.) Tan solo ha publicado un libro en portugués (Mensagem, Mensaje, 1935) y una colección de poemas en inglés, lengua que domina desde su infancia y juventud en Sudáfrica y de la que vive como traductor de cartas y documentos mercantiles para una empresa de importación y exportación.

¿De qué circunstancias proviene el enorme interés de la estudiosa brasileña por conocer a Pessoa? Meireles desea fervientemente encontrarse con aquel escritor que ha contribuido a fundar una de las mejores revistas de la modernidad lusa (Orpheu, Orfeo, 1914) y que ha enriquecido el panorama poético de aquellos años a través de los poemas que firma con su nombre (poemas del ortónimo) y con la publicación, lo que supone una osadía extrema, de poemas atribuidos a poetas que él mismo ha ido creando discretamente (poemas de los heterónimos). En efecto, Fernando Pessoa no se ha limitado a componer textos bajo pseudónimo; su aventura va más allá. Pessoa levanta desde su imaginación una serie de poetas para los que escribe biografías, un pensamiento estético singular en cada caso y una producción poética original. 

Pessoa imaginó a Alberto Caeiro como un poeta autodidacto, retirado en el campo y cuyo rasgo más destacado consiste en proponer, como más acertada filosofía de vida, que el mundo sea sentido en la materialidad de las cosas sin reflexionar sobre ellas: «bastante metafísica hay en no pensar en nada». Discípulos de Caeiro, concibió al menos tres poetas más. El propio Fernando Pessoa, melancólico y absorto en sus pensamientos; Ricardo Reis, poeta culto y clasicista, que expresa con admirable musicalidad la contemplación de la belleza y la serena aceptación del paso del tiempo; y el arrebatado Álvaro de Campos, ansioso por sentir todos los flujos de la vida moderna, «los grandes trópicos humanos de hierro y fuego y fuerza» (el maquinismo, el comercio, la mezcla de razas y costumbres…). Todos son, sin completarle, expresión del mismo creador. En efecto, Pessoa llevó a sus límites la expresión de Arthur Rimbaud «yo es otro», con la que se iniciaba el cuestionamiento del individuo poético como un ser monolítico. ¿Quién era, en fin, Fernando Pessoa? ¿El apasionado escritor sentado horas y horas ante las cuartillas que guardaba en un arcón? ¿El hombre abúlico que recorría las calles de Lisboa? ¿El oficinista atildado y escrupuloso traductor? ¿El alcohólico bohemio de los cafés? ¿El autor de un árido manual sobre comercio? ¿El aficionado a las cartas astrales y al ocultismo? ¿El poeta que manda su libro a un concurso propiciado por el régimen dictatorial del general Salazar? ¿O el liberal que aseguraba odiar los dogmatismos de uno u otro signo? En fin, ¿el taciturno y meticuloso intelectual? ¿El humorista delirante? Pessoa fue todos sin excepción, no en vano Pessoa significa «persona», cuyo origen está en el término latino para referirse a la máscara a través de la que retumbaba (per-sona) la voz de los actores. Pessoa, una máscara tras otra. El ser humano más libre en su interior. En su fascinante cuaderno de notas Libro del desasosiego, que adjudicó al heterónimo Bernardo Soares, escribió: «¡He vivido tanto sin haber vivido!».

Cecilia Meireles desea conocer, en la medida en que es posible llegarle a conocer, al mítico y escurridizo poeta en un café de Lisboa. Cansada de esperar, vuelve a la habitación del hotel. Allí se encuentra con un ejemplar dedicado de Mensaje. Años más tarde se corrió el rumor de que el ejemplar iba acompañado de una nota aclaratoria de Pessoa en la que se disculpaba por no acudir a la cita ya que su horóscopo, que él mismo confeccionaba, le había adelantado que aquel no era el día más propicio para encontrarse. 

La personalidad del poeta portugués ha fascinado a varias generaciones de poetas hispanos. En España, Ángel Crespo, Ángel Campos Pámpano y José Luis García Martín lo han traducido y homenajeado en su propia poesía. El gran introductor de Pessoa en Hispanoamérica fue Octavio Paz con su traducción de 1962. En los poetas venezolanos Rafael Cadenas y Eugenio Montejo se rastrean influencias pessoanas.

José María Castrillón






Publicamos a continuación dos nuevas versiones de los conocidos poemas de Fernando Pessoa (1888-1935) «Autopsicografía» «El guardador de rebaños» recogidas en Subir al origen. Antología comentada de poesía occidental no hispánica (1800-1941), editada por José María Castrillón (Trea, 2018). 



______________







Autopsicografía



Este poema forma parte de Cancionero, firmado por el ortónimo Fernando Pessoa. Bien conocido por los aficionados a la poesía, da idea de la intensidad con que arraigó en el poeta la simulación para desarrollar una obra que el propio autor entendía como un drama en gentes, es decir, como una obra con muchos personajes: cada uno de sus heterónimos. En realidad, cualquiera que haya compuesto un poema sabe que, incluso impulsado por la sinceridad, su texto adquiere por el trabajo con el lenguaje algo más o distinto que no es el propio autor civil. Se ha forzado la traducción con el propósito de conservar el aire de canción medieval. De nuevo, las contradicciones sugerentes de Pessoa: una reflexión vanguardista recogida en una forma tradicional.




El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge ser dolor
el dolor que en verdad siente.

Y en el dolor que han leído
sus lectores bien perciben
no los que había sentido
sino aquel que ellos no viven.

Y así por la vía rueda,
distrayendo a la razón,
el pequeño tren de cuerda
que llamamos corazón.




O poeta é um fingidor
Finge tão completamente
Que chega a fingir que é dor
A dor que deveras sente.

E os que lêem o que escreve,
Na dor lida sentem bem,
Não as duas que ele teve,
Mas só a que eles não têm.

E assim nas calhas de roda
Gira, a entreter a razão,
Esse comboio de corda
Que se chama o coração.







Soy un guardador de rebaños



Alberto Caeiro escribe con la sencillez, incluso con la ingenuidad, del hombre que desea vincularse sin reflexiones a las cosas más sencillas de su entorno. Claro está, el hecho mismo de la escritura ya es un pensamiento, pero este heterónimo lo acepta como una forma inevitable de comunicación.





Soy un guardador de rebaños.
El rebaño son mis pensamientos
y mis pensamientos son todo sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y con los pies
y la nariz y la boca.

Pensar una flor es verla y olerla
y comer un fruto es conocerle el sentido.
Por eso cuando en un día de calor
me encuentro triste por haber gozado tanto,
y me tiendo a mis anchas en la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento todo mi cuerpo echado en la realidad,
sé la verdad y soy feliz.




Sou um guardador de rebanhos.
O rebanho é os meus pensamentos
E os meus pensamentos são todos sensações.
Penso com os olhos e com os ouvidos
E com as mãos e os pés
E com o nariz e a boca.

Pensar uma flor é vê-la e cheirá-la
E comer um fruto é saber-lhe o sentido. 
Por isso quando num dia de calor
Me sinto triste de gozá-lo tanto,
E me deito ao comprimido na erva,
E fecho os olhos quentes,
Sinto todo o meu corpo deitado na realidade, 
Sei a verdade e sou feliz.






______________



JOSÉ MARÍA CASTRILLÓN (Avilés, 1966) ha publicado los libros de poesía La sonrisa de un delfín (1991), Animal de compañía (1998), Aún por recorrer (2004), La vieja munición (2005), El círculo y la piedra (2006) y Gramos (2010). Codirigió el monográfico de la revista Ínsula dedicado a Antonio Gamoneda. La introducción y las traducciones de los poemas de Pessoa que publicamos aquí pertenecen a su edición Subir al origen. Antología comentada de poesía occidental no hispánica (1800-1941) (Trea, 2018).