viernes, 21 de septiembre de 2018

Fernando Pessoa / Dos versiones


Traducción de José María Castrillón






Fernando Pessoa, 1928




































La escritora Cecilia Meireles espera en un café de Lisboa. Ha sido invitada desde su Brasil natal para dar algunas conferencias sobre la nueva literatura brasileña. Primera en dar noticia en su país de la figura y obra del desconcertante Fernando Pessoa, había logrado citarse por carta con el poeta pero este se retrasa como a menudo ―le han advertido― ocurre con él. Se trata de un hombre aún de mediana edad, aunque con la salud poco a poco deteriorada por sus costumbres de bebedor tan callado y discreto como contumaz. (De hecho va a morir meses después de un cólico hepático.) Tan solo ha publicado un libro en portugués (Mensagem, Mensaje, 1935) y una colección de poemas en inglés, lengua que domina desde su infancia y juventud en Sudáfrica y de la que vive como traductor de cartas y documentos mercantiles para una empresa de importación y exportación.

¿De qué circunstancias proviene el enorme interés de la estudiosa brasileña por conocer a Pessoa? Meireles desea fervientemente encontrarse con aquel escritor que ha contribuido a fundar una de las mejores revistas de la modernidad lusa (Orpheu, Orfeo, 1914) y que ha enriquecido el panorama poético de aquellos años a través de los poemas que firma con su nombre (poemas del ortónimo) y con la publicación, lo que supone una osadía extrema, de poemas atribuidos a poetas que él mismo ha ido creando discretamente (poemas de los heterónimos). En efecto, Fernando Pessoa no se ha limitado a componer textos bajo pseudónimo; su aventura va más allá. Pessoa levanta desde su imaginación una serie de poetas para los que escribe biografías, un pensamiento estético singular en cada caso y una producción poética original. 

Pessoa imaginó a Alberto Caeiro como un poeta autodidacto, retirado en el campo y cuyo rasgo más destacado consiste en proponer, como más acertada filosofía de vida, que el mundo sea sentido en la materialidad de las cosas sin reflexionar sobre ellas: «bastante metafísica hay en no pensar en nada». Discípulos de Caeiro, concibió al menos tres poetas más. El propio Fernando Pessoa, melancólico y absorto en sus pensamientos; Ricardo Reis, poeta culto y clasicista, que expresa con admirable musicalidad la contemplación de la belleza y la serena aceptación del paso del tiempo; y el arrebatado Álvaro de Campos, ansioso por sentir todos los flujos de la vida moderna, «los grandes trópicos humanos de hierro y fuego y fuerza» (el maquinismo, el comercio, la mezcla de razas y costumbres…). Todos son, sin completarle, expresión del mismo creador. En efecto, Pessoa llevó a sus límites la expresión de Arthur Rimbaud «yo es otro», con la que se iniciaba el cuestionamiento del individuo poético como un ser monolítico. ¿Quién era, en fin, Fernando Pessoa? ¿El apasionado escritor sentado horas y horas ante las cuartillas que guardaba en un arcón? ¿El hombre abúlico que recorría las calles de Lisboa? ¿El oficinista atildado y escrupuloso traductor? ¿El alcohólico bohemio de los cafés? ¿El autor de un árido manual sobre comercio? ¿El aficionado a las cartas astrales y al ocultismo? ¿El poeta que manda su libro a un concurso propiciado por el régimen dictatorial del general Salazar? ¿O el liberal que aseguraba odiar los dogmatismos de uno u otro signo? En fin, ¿el taciturno y meticuloso intelectual? ¿El humorista delirante? Pessoa fue todos sin excepción, no en vano Pessoa significa «persona», cuyo origen está en el término latino para referirse a la máscara a través de la que retumbaba (per-sona) la voz de los actores. Pessoa, una máscara tras otra. El ser humano más libre en su interior. En su fascinante cuaderno de notas Libro del desasosiego, que adjudicó al heterónimo Bernardo Soares, escribió: «¡He vivido tanto sin haber vivido!».

Cecilia Meireles desea conocer, en la medida en que es posible llegarle a conocer, al mítico y escurridizo poeta en un café de Lisboa. Cansada de esperar, vuelve a la habitación del hotel. Allí se encuentra con un ejemplar dedicado de Mensaje. Años más tarde se corrió el rumor de que el ejemplar iba acompañado de una nota aclaratoria de Pessoa en la que se disculpaba por no acudir a la cita ya que su horóscopo, que él mismo confeccionaba, le había adelantado que aquel no era el día más propicio para encontrarse. 

La personalidad del poeta portugués ha fascinado a varias generaciones de poetas hispanos. En España, Ángel Crespo, Ángel Campos Pámpano y José Luis García Martín lo han traducido y homenajeado en su propia poesía. El gran introductor de Pessoa en Hispanoamérica fue Octavio Paz con su traducción de 1962. En los poetas venezolanos Rafael Cadenas y Eugenio Montejo se rastrean influencias pessoanas.

José María Castrillón






Publicamos a continuación dos nuevas versiones de los conocidos poemas de Fernando Pessoa (1888-1935) «Autopsicografía» «El guardador de rebaños» recogidas en Subir al origen. Antología comentada de poesía occidental no hispánica (1800-1941), editada por José María Castrillón (Trea, 2018). 



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Autopsicografía



Este poema forma parte de Cancionero, firmado por el ortónimo Fernando Pessoa. Bien conocido por los aficionados a la poesía, da idea de la intensidad con que arraigó en el poeta la simulación para desarrollar una obra que el propio autor entendía como un drama en gentes, es decir, como una obra con muchos personajes: cada uno de sus heterónimos. En realidad, cualquiera que haya compuesto un poema sabe que, incluso impulsado por la sinceridad, su texto adquiere por el trabajo con el lenguaje algo más o distinto que no es el propio autor civil. Se ha forzado la traducción con el propósito de conservar el aire de canción medieval. De nuevo, las contradicciones sugerentes de Pessoa: una reflexión vanguardista recogida en una forma tradicional.




El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge ser dolor
el dolor que en verdad siente.

Y en el dolor que han leído
sus lectores bien perciben
no los que había sentido
sino aquel que ellos no viven.

Y así por la vía rueda,
distrayendo a la razón,
el pequeño tren de cuerda
que llamamos corazón.




O poeta é um fingidor
Finge tão completamente
Que chega a fingir que é dor
A dor que deveras sente.

E os que lêem o que escreve,
Na dor lida sentem bem,
Não as duas que ele teve,
Mas só a que eles não têm.

E assim nas calhas de roda
Gira, a entreter a razão,
Esse comboio de corda
Que se chama o coração.







Soy un guardador de rebaños



Alberto Caeiro escribe con la sencillez, incluso con la ingenuidad, del hombre que desea vincularse sin reflexiones a las cosas más sencillas de su entorno. Claro está, el hecho mismo de la escritura ya es un pensamiento, pero este heterónimo lo acepta como una forma inevitable de comunicación.





Soy un guardador de rebaños.
El rebaño son mis pensamientos
y mis pensamientos son todo sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y con los pies
y la nariz y la boca.

Pensar una flor es verla y olerla
y comer un fruto es conocerle el sentido.
Por eso cuando en un día de calor
me encuentro triste por haber gozado tanto,
y me tiendo a mis anchas en la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento todo mi cuerpo echado en la realidad,
sé la verdad y soy feliz.




Sou um guardador de rebanhos.
O rebanho é os meus pensamentos
E os meus pensamentos são todos sensações.
Penso com os olhos e com os ouvidos
E com as mãos e os pés
E com o nariz e a boca.

Pensar uma flor é vê-la e cheirá-la
E comer um fruto é saber-lhe o sentido. 
Por isso quando num dia de calor
Me sinto triste de gozá-lo tanto,
E me deito ao comprimido na erva,
E fecho os olhos quentes,
Sinto todo o meu corpo deitado na realidade, 
Sei a verdade e sou feliz.






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JOSÉ MARÍA CASTRILLÓN (Avilés, 1966) ha publicado los libros de poesía La sonrisa de un delfín (1991), Animal de compañía (1998), Aún por recorrer (2004), La vieja munición (2005), El círculo y la piedra (2006) y Gramos (2010). Codirigió el monográfico de la revista Ínsula dedicado a Antonio Gamoneda. La introducción y las traducciones de los poemas de Pessoa que publicamos aquí pertenecen a su edición Subir al origen. Antología comentada de poesía occidental no hispánica (1800-1941) (Trea, 2018). 









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