Julio Prieto / Marruecos
Ni pluralidad ni vacío, la escritura de Prieto opera por recorte. Una prosa pegada a la propia contingencia: no hay anterioridad a ese relato escamoteado que cada fragmento propone. Son situaciones de escritura que recuerdan situaciones de vida pero que no pueden ser rastreadas ni perseguidas. ¿No es ese el efecto de fuga que el oasis marroquí prendía en Occidente? ¿No se iba a Tánger o a Casablanca a desaparecer o, menos dramático ni solemne, a camuflarse en otro o en el verdadero? El retaceo, el recorte de la escritura en Prieto bloquea el policiamiento de la escritura. Esos recortes suscitan en la imaginación ecos, lamentos, saldos de espíritus o cuerpos en pena o en júbilo y, además, una carnalidad de lo real que adquiere fuerza documental. Lo que sucede, sucede ahí. Y podría haber sido, tal vez, de otra manera. La fuerza de la indeterminación posible. Esto último, la consistencia ética de lo contingente, ronda todo el libro como una ética escritural. ¿Cómo, todavía, abunda y prolifera una escritura que finge el efecto de predeterminación formal, temática o anclada en un modus operandi que ya no recuerda ni su nombre?
Eduardo Milán
Publicamos a continuación una selección de poemas de Marruecos (Amargord, 2018) de Julio Prieto.
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La marea escupe huesos, lábaros, morfologías viscosas. Algo, un color mórbido (algo que fue verde) se desentierra. Una espina dorsal, oración escrita en la arena, vaho que aspiró a abismal altura. Un oscuro lenguaje de manchas y sombras de otro mundo (aún no sabemos qué o cómo significa). Una tela retorcida, quemada, hollada por pájaros. Algo muy antiguo yace en la espuma
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Del castillo nada se sabe, se siente el frío en la piedra. Nadie sabe cómo llegó aquí, el ambiente es festivo. No es raro extraviarse. Más de una vez buscando el pórtico de entrada, fui a parar al torreón más alto, donde sería mortal la caída. De ahí el dicho de los lugareños: salir es caer. En la torre de Muy hay que emplearse a fondo. El monje espera, y es delicada operación: hay que aferrarse a las gárgolas, clavar las uñas en los berruecos de granito, deslizarse por resbaladizas rampas. Luego se sigue por un desfiladero hasta el arco de los jenízaros. La migración por la espina (gratwanderung) al libre y abierto cielo. Hay que pensar rápido, la clave del equilibrio es no mirar el abismo. Hay muchos extraños. A veces se llega al estrado de dueñas: algunas inician vagas preguntas, ninguna nos recuerda, atrae o perturba. Hubo una guerra, por los corredores circulan fétidos miasmas. No es un castillo, es un país vacío
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Los hombres están listos. Colocan en el suelo los rabeles, los bendires y atabales. Son líbanos (nuevos ritmos). Se disponen a iniciar el baile. Tan pronto suenen los primeros compases serán ajusticiados
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Una palabra antigua retorna en mis sueños. Es hermosísima. Me resisto, pongo cera en mis oídos, me ato al mástil como el marino al sentir las doncellas del agua. No hay fortaleza contra el encanto, el vaivén del melisma: albacara, albacara, ven
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Hablo del encuentro: un juego de sombras en la calle desierta, al doblar la esquina, y ahí está. Recién escapó del sanatorio, ofrece sus servicios, mas es demasiado pronto. Quiere contar algo: de dónde vino, cúya fue, quiénes fueron sus maestros lejanos y cercanos. Fue un largo viaje, hay laceraciones en sus palabras, grietas en la lentitud de sus gestos
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Ayer volvió a mí un lugar en el que nunca estuve fuera de mis sueños. Una fortaleza en ruinas: errores y ecos, palpitante blanco de una ciudad evaporada en la garganta. Un fin de tierra descendía gradualmente como una promesa de luz. La muralla está abierta, se puede recorrer, pero esta vez sólo pude recordar el camino, el aire claro y amargo, el nombre del país al que había que regresar -demasiada gente se agolpaba en las puertas. También los espacios pensados nos habitan -los lugares vividos queman el rastro de su invención
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Ese pájaro que aletea en lo más oscuro del pecho -he de seguir su rastro o inventarlo en el vuelo de la mañana
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Nútrese la pequeña, apenas mencionable criatura de algo traído del confín (moscas, entrañas de vacío, alguna presa fácil) que el padre con todo el amor del mundo en su aterida boca regurgita
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La alauzeta echó el vuelo contra el rayo, la vi mover -algo la movía y se dejó caer (el soplo en la cima dice su fábula: el dios existe y el mundo no)
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JULIO PRIETO (1968) estudió en la Universidad Complutense de Madrid y en la de Nueva York; actualmente, es profesor en la Universidad de Postdam. Ha publicado numerosos ensayos de crítica literaria, así como los libros de poesía Sedemas (2008), Bilingües (2013), De masa menos (2013). Marruecos (Amargord, 2018) es su último libro.
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