domingo, 10 de mayo de 2015

El canto de Ulises en Primo Levi / Santiago Sanz                                                                     

         

Ulises y Elpenor en el Hades (pintor de Lykaon)


















«Para nosotros, extranjeros, es 
difícil penetrar en el secreto último
 de la poesía escrita en otra lengua»
Ósip Mandelstam

«What a figure is Dante’s Odysseus!»
 Eric Auerbach
          




I


Es conocido el juicio de Theodor Adorno según el cual no sería concebible o moralmente viable la escritura de poesía después de Auschwitz. El presente ensayo apunta en dirección contraria. No puede ser casual que el capítulo quizá más emotivo de Se questo è un uomo sea el titulado «Il Canto di Ulisse», en referencia al canto XXVI del Infierno de Dante, un texto, al fin y al cabo, poético. Y digo emotivo porque no se halla en el libro de Primo Levi rastro alguno de sentimentalismo. Antes al contrario: Levi disecciona el Lager con la frialdad y el desapasionamiento del científico, del químico que él es. La realidad que aborda es tan abrumadora que conmueve de por sí; aunque no nos ahorra nada y las elipsis son escasas, no es su deseo cargar las tintas. Solo en contadas ocasiones deja Levi el bisturí de lado y se muestra más cercano, más vulnerable. Ese es el caso de «El canto de Ulises», como tendremos ocasión de ver.

¿Por qué la poesía? ¿Por qué Dante? Levi no es un intelectual como Jorge Semprún, autor de por lo menos dos excelentes libros sobre su paso por Buchenwald[i]. En Semprún las citas y los nombres son frecuentes: Baudelaire, René Char, Goethe, Heine, Camus, Malraux, Schelling, Kant, Nietzsche, Heidegger, Séneca, San Agustín… En Levi no se da nada parecido; un par de motivos bíblicos y clásicos (Tántalo, Polifemo) a lo sumo. Y Dante, claro. Pero la presencia de Dante en Levi va mucho más allá del capítulo sobre el canto de Ulises. Dante informa –más que impregna- todo el libro de Levi. Dante está siempre presente en Levi, aun cuando no lo mencione. Se diría que es su sombra. Las razones para ello son de distinto orden, aunque todas ellas, me atrevo a sugerir, esenciales, ninguna circunstancial. Y la de Dante es poesía superlativa. Por ello, cuando la memoria le falla y no logra recordar con exactitud los versos de la Commedia sobre el último viaje de Ulises, Levi se mortifica por tener que contárselo a Pikolo, el joven francés, en prosa: «che tristezza, sono costretto a raccontarlo in prosa: un sacrilegio». Levi sabe que solo la poesía puede obrar el milagro. Y digo milagro como Levi dice sacrilegio, porque aquí estamos –ya lo veremos- en el ámbito de lo sagrado, rozando la epifanía. En este mismo sentido el poeta ruso Ósip Mandelstam, ese otro mártir del totalitarismo –esta vez el de Stalin-, dice lo siguiente en su esclarecedor escrito sobre Dante: «…allí donde la obra se deja medir con la vara de la narración, allí las sábanas no han sido usadas, es decir que –si se me permite la expresión- allí no ha pernoctado la poesía»[ii].

Dante asimismo por la propia experiencia del Lager. Es ocioso insistir sobre lo dantesco de Auschwitz, genuino Descensus ad Inferos. Los espectros translúcidos del Hades homérico hallan su eco en los del infierno de Dante y éstos en las sombras vacilantes que el ejército ruso encontró al liberar Auschwitz. En el canto XI de La Odisea, Ulises baja al Hades y su difunta madre, Anticlea, le dice: «¡Hijo mío! ¿Cómo has bajado en vida a esta oscuridad tenebrosa?» y algo más adelante le conmina: «Mas procura volver lo antes posible a la luz y llévate sabidas todas estas cosas para que luego las refieras a tu consorte». ¿Acaso no es esa la peripecia de Levi y de todos los Häftlinge? Arrebatados a la vida, desposeídos de todo –incluso de sus nombres-, reducidos a cosas o a bestias (es larga la nómina de animales con que Levi describe la vida del hombre en el Lager), no es de extrañar que Levi hable a menudo de sí mismo y de sus compañeros de infortunio como muertos («I personaggi di queste pagine non sono uomini. La loro umanità è sepolta…», p. 119). Por otra parte, nada acongoja tanto a Levi como la posibilidad de no ser creído o comprendido en el caso improbable de una vuelta a casa, como sucede en el capítulo titulado «Le nostre notti» (Nuestras noches), donde sueña que vuelve y su propia familia no le entiende, como si no existiese: «mia sorella mi guarda, si alza e se ne va senza far parola» (p. 54). Siempre acecha la incertidumbre sobre si esa vuelta de Ulises/Levi a la luz es realmente posible. De hecho, en otra obra –La tregua- Levi escribe: «Nulla era vero all’infuori del Lager. Il resto era breve vacanza o inganno dei sensi, sogno: la familia, la natura in fiore, la casa…»[iii]. Y cabe imaginar que tampoco el Ulises de Dante, a diferencia del Odiseo homérico, encontró la luz en Ítaca, pues Dante lo presenta, ya «viejo y lento», en busca de una última y fatal aventura.

¿Es un desatino comparar el destino del Ulises de Dante con el del propio Levi? No lo creo. Ulises sale ileso de Troya, vuelve, tras mucho navegar, a Ítaca, pasa allí su vida y en su vejez («Io e’ compagni eravam vecchi e tardi», v. 106) se siente impelido a surcar de nuevo el mar y halla su muerte al franquear el límite de lo conocido: el Estrecho de Gibraltar («quella foce stretta/ dove Ercule segnò li suoi riguardi»[iv]. Levi sobrevive a Auschwitz, vuelve a Italia y cuarenta años después, el 11 de abril de 1987, se suicida arrojándose por el hueco de la escalera (otra «estrecha hoz») de su casa en Turín. En ambos casos, una insatisfacción latente, una reacción desmedida, una «cadena rota» («vincolo infranto», dice el propio Levi refiriéndose a la audacia de Ulises), un soltar amarras, si se quiere. Resulta conmovedor que también Semprún recurra precisamente a una imagen marinera -la de levar el ancla- al consolar a un compañero moribundo: «consciente de la necesidad de una oración», sólo se le ocurre recitarle unos versos de Baudelaire: «Ô mort, vieux capitaine, il est temps,/ levons l’ancre…»[v].


II


Ahondemos un poco más en lo mucho que Dante significa para Levi. Empecemos por el título mismo del libro: Se questo è un uomo es, en realidad, una abreviatura de uno de los versos del poema introductorio con que Levi inicia el libro: «Considerate se questo è un uomo» («considerad si esto es un hombre»). Estoy convencido de que esa fórmula imperativa, acaso piadosa, acaso conminatoria, está inspirada por el verso 118 del Canto XXVI: «Considerate la vostra semenza» («Considerad vuestra simiente», es decir, pensad en vuestro origen, en lo que sois, les dice Ulises a sus hombres para que se le unan en su último viaje). En un pasaje revelador, el propio Levi recita esos versos de Dante al joven francés Pikolo, al que está intentando enseñar italiano. Y no solo se los recita, sino que antes le suplica que escuche con atención: «Ecco, attento Pikolo, apri gli orecchi e la mente, ho bisogno che tu capisca»[vi]. Con un énfasis inaudito en él, Levi siente como necesidad propia que Pikolo entienda a Dante. Y a renglón seguido, nada más recitar los versos, Levi escribe: «Come se anch’io lo sentissi per la prima volta; come uno squillo di tromba, come la voce di Dio. Per un momento ho dimenticato chi sono e dove sono»[vii]. El hecho mismo del decir esos versos sume a Levi en una experiencia extática, en un rapto insospechado para él y teñido de significado teofánico. Ve ahora lo que antes no veía.

Esa virtud iluminativa del texto de Dante para Levi se intensifica más si cabe al llegar a los últimos versos del canto XXVI, al pasaje en que la nave de Ulises zozobra y arrastra a la muerte a él y a sus hombres:

Tre volte il fe’ girar con tutte l’acque
Alla quarta levar la poppa in suso
E la prora ire in giú, come altrui piacque…[viii]

Y una vez más, con urgencia no disimulada, temblando de emoción y con una intensidad que no se alcanza en ningún otro pasaje del libro, Levi escribe: «Trattengo Pikolo, è assolutamente necessario e urgente che ascolti, che comprenda questo “come altrui piacque”, prima che sia troppo tardi, domani lui o io possiamo essere morti (…) devo dirgli (…) qualcosa di gigantesco che io stesso ho visto ora soltanto, nell’intuizione di un attimo, forse il perché del nostro destino, del nostro essere oggi qui…»[ix]. Puede decirse que Dante revela a Levi el sentido de su propio destino, le brinda una vislumbre misteriosa y profunda y le coloca al borde mismo de la aceptación, de la aquiescencia.

Conviene recordar que existe otro pasaje en el Canto XXVI, éste no mencionado por Levi, en el que Dante también alude al destino, a Dios en realidad, sin nombrarlo explícitamente, refiriéndose a él de manera encubierta, solapada: Dante habla de su don como poeta y se pregunta «se stella bona o miglior cosa/ m’ha dato ‘l ben…»[x]. El «come altrui piacque» que deslumbra a Levi y esa «miglior cosa» son lo mismo. 


III


Pero Dante no solo ofrece a Levi luz. También le concede una patria, un lugar, allí en el centro mismo del sinsentido y del miedo. Esa patria es la lengua italiana. Relatando su experiencia en Buchenwald, Jorge Semprún se sincera: «para mí la lengua francesa era lo único que se parecía a una patria»[xi].  En el capítulo «El canto de Ulises» Levi se revela en una posición similar. Cuando Pikolo le confiesa que le gusta Italia y que querría aprender italiano, Levi de inmediato, y casi sin saber cómo, piensa que el vehículo idóneo es «El canto de Ulises». Primero dice que es factible enseñarle italiano a Pikolo («Non possiamo farlo? Possiamo»). Y luego añade algo fundamental: «l’importante è di non perdere tempo, di non sprecare quest’ora»[xii]. Presumo que Levi no solo se está refiriendo a la necesidad de hacerlo ya, ahora que aún hay tiempo, sino también a la de intentarlo precisamente con ese pasaje de Dante, como si emplear otro autor fuese un desperdicio. Dante es Italia y la lengua italiana. Ello explica que justo a continuación escriba, con esos puntos suspensivos con los que Levi intima el misterio: «… Il canto di Ulisse. Chissà come e perché mi è venuto in mente: ma non abbiamo tempo di scegliere, quest’ora già non è piú un’ora. Se Jean è inteligente capirà. Capirà: oggi mi sento da tanto»[xiii]. Levi sabe que el texto es difícil, pero también sabe o intuye que solo puede ser ese, que solo ese texto va a iluminarle a él también. Solo ese pasaje va a hacer que se sienta capaz. En los pasajes citados de Levi hay un espacio fundamental para la incertidumbre («la intuición de un instante»,«quién sabe por qué y cómo», «quizás»…), pero la realidad del Lager es tan inasumible que solo en los límites de la lengua poética, en los pliegues del pensamiento, puede habitar algo parecido a la comprensión. Levi intuye que las grandes respuestas no están en las certezas, sino veladas por el misterio, como lo estaban los oráculos de la Sibila Cumana, escritos enigmáticamente sobre hojas de plantas que el viento dispersaba al abrirse su cueva, tal como cuenta Dante en el último capítulo de la Commedia[xiv].  

Se habla más arriba de «algo parecido a la comprensión». Comprensión o incomprensión. Esa es la clave de este capítulo. Más que explicación. Una explicación la tienen que dar otros; una cierta comprensión puede acaso lograrla una persona afinando su pensamiento y observando el mundo. No es el caso del Lager. Auschwitz es un inferno precisamente por incomprensible, porque la salvación solo es posible renunciando a comprender, es decir, renunciando a ser hombre, suspendiendo, al menos dentro de las alambradas, aquello que nos hace humanos: el deseo de entender el mundo, que es, no en vano, lo que impulsa al Ulises de Dante a ese último viaje («l’ardore ch’i’ebbi a divenir del mondo esperto»[xv]). Son muchos los pasajes de Se questo é un uomo en los que Levi aborda, con sus palabras o con las de otros, la imposibilidad de comprender su experiencia: «Tutto era incomprensibile e folle»[xvi] (p. 13); «Hier ist kein Warum» (p. 21), dice alguien en alemán: «Aquí no hay porqué», e inmediatamente Levi se acuerda de Dante y lo cita:

…Qui non ha luogo il Santo Volto,
qui si nuota altrimenti che nel Serchio![xvii]      

«...si è circondati da una perpetua Babele, in cui tutti urlano (…) nessuno ti da ascolto»[xviii] (p.30). El parentesco con el infierno de Dante es patente, si bien Dante y Virgilio sí prestan oídos a los condenados, cosa que no sucede en Auschwitz. «Da molto tempo ho smesso di cercare di capire»[xix] (p.40) «Ne pas chercher à comprendre»[xx], dice otro prisionero en francés (p. 100). Testimonios como estos se extienden a la realidad alemana más allá del Lager: «…la grande follia de la Terza Germania»[xxi], donde Germania y Reich son la misma cosa (p. 103). «Gli occhi azzurri e i capelli biondi sono essenzialmente malvaggi. Nessuna comunicazione possibile»[xxii] (p. 103).

                                                                             

IV


Frente a ese mundo ajeno, convulso y erizado de incomprensión, Dante es para Levi el Santo Volto, Italia, la luz. Y ello, acaso en primer lugar, por la lengua misma. Jorge Semprún, víctima igualmente de las torturas de la Gestapo y de los rigores de Buchenwald, no escatima elogios para la poesía y la filosofía alemanas; en sus páginas abundan las citas de Celan, Goethe, Brecht, Heine, Schelling… En Se questo è un uomo la lengua alemana no es portadora de bondad o bonanza alguna. Tan solo en un único pasaje -¡y qué revelador!- se conmueve Levi con una palabra alemana y solo una: «Heimweh […]è una bella parola, vuol dire “dolore della casa”»[xxiii] (p. 48). Frente a esa única excepción, el alemán se muestra en Levi vinculado casi siempre a la maldad y a la barbarie: «quei barbarici latrati dei tedeschi quando commandano, che sembrano dar vento a una rabbia vecchia di secoli»[xxiv] (p.11). En otro pasaje, Levi habla de la renuencia de un compañero, un judío alemán, a traducir al italiano «frases alemanas llenas de hielo»[xxv] (p. 16). Quiero entender aquí que ese «hielo» le parece a Levi ajeno a la lengua italiana, esencialmente intraducible. Y en otro lugar, más elocuente si cabe, Levi se expresa así: «Allora per la prima volta ci siamo accorti che la nostra lingua manca di parole per esprimere questa offesa, la demolizione di un uomo»[xxvi] (p. 18). «La nostra lingua» es, me atrevo a suponer, el italiano. De modo que no solo la terribilitas del Lager es radicalmente incomprensible e insoportable sino también, en cierto modo, la lengua en la que se articula y en la que se manifiesta cada día.

«Nulla è piú nostro: ci hanno tolto gli abiti, le scarpe, anche i capelli; se parleremo, non ci ascolteranno, e se ci ascoltassero, non ci capirebbero. Ci toglieranno anche il nome: e se vorremo conservarlo, dovremo trovare in noi la forza di farlo, di fare sí che dietro al nome, qualcosa ancora di noi, di noi quali eravamo, rimanga.»[xxvii] (p. 19) Este fragmento, además de abundar en esa incomprensión absoluta de que venimos hablando, incide en la importancia de los nombres para preservar la identidad, lo que se es. Levi escribe más adelante: «Il mio nome è 174 517. Siamo stati battezzati».[xxviii] Bautismo, nacimiento a una nueva vida en la que nada queda de la anterior. ¿Nada? Levi insiste en ese largo pasaje citado en que detrás del nombre algo hay que preservar de lo que fuimos. Y aquí es donde Dante cobra su más pleno sentido. Porque ¿cómo habrían de quitarle a Dante o la memoria de Dante? Ahí el Lager se revela como ineficaz y manifiesta toda su impotencia. Pero solo ahí, porque el propio Levi reconoce en más de un pasaje que los alemanes han ejecutado su siniestro proyecto a la perfección.

El ámbito de la comprensión, el solar del entendimiento, son para Levi la lengua italiana, y muy en especial la de la Commedia, que es, entre otras muchas cosas, un inmenso catálogo de nombres italianos. Levi concede gran atención a los nombres; los de sus compañeros de desdicha quedan, en cierto modo, estampados en la memoria, inmortalizados en su libro, al igual que los de Dante (Francesca de Rimini, Paolo Malatesta, Oderisi da Gubbio, Brunettto Latino, Pier della Vigna, el conde Ugolino…). Esto podría parecer un simple acto de justicia por parte de Levi, el registrar el nombre de aquellos a los que el nazismo había reducido a un número tatuado en el brazo. Frente a los números los nombres. Pero Levi va mucho más allá. Ya de camino a Polonia, el tren va abandonando Italia: «Dalla feritoia, vedemmo sfilare le alti rupi pallide della val d’Adige, gli ultimi nomi di città italiane»[xxix] (p. 10). Y ya en ese mismo momento Levi imagina la alegría del regreso: «Mi stava nel cuore il pensiero del ritorno, e crudelmente mi rappresentavo quale avrebbe potuto essere la inumana gioia di quell’altro passaggio (…) e i primi nomi italiani»[xxx] (p.10). En esos nombres italianos cifra Levi el dolor de la partida y la alegría del regreso.

En otro pasaje Levi se abandona momentáneamente a una especie de ensoñación: derrengados por la fatiga del trabajo, él y un compañero tienen que parar para que pase un largo convoy con vagones de distintos países:«…Deutsche Reichsbahn. Deutsche Reichsbahn. SNCF. Due giganteschi vagoni russi, con la falce e il martello mal cancellati. Deutsche Reichsbahn. Poi cavalli 8, Uomini 40, Tara, Portata; un vagone italiano. ….Salirvi dentro, in un angolo, ben nascosto sotto il carbone, e stare fermo e zitto, al buio, ad ascoltare senza fine il ritmo delle rotate, più forte della fame e della stanchezza; finché, a un certo momento, il treno si fermerebbe, e sentirei l’aria tepida e odore di fieno, e potrei uscire fuori, nel sole: allora mi coricherei a terra, a baciare la terra, come si leggi nei libri: col viso nell’erba. E passerebbe una donna, e mi chiederebbe “Chi sei?” in italiano, e io le racconterei, in italiano, e lei capirebbe, e mi darebbe da mangiare e da dormiré. E non crederebbe alle cose che io dico, e io le farei vedere il numero che ho sul braccio, e allora crederebbe…»[xxxi]  (p.36) (Los puntos suspensivos son de Levi y la negrita mía). Creo que vale la pena demorarse un poco en esta larga cita. Son los nombres italianos en el vagón los que disparan la ensoñación de Levi. Bastan unas pocas palabras técnicas leídas en italiano para entrar en trance. El deseo de Italia –del italiano- es más fuerte que el hambre o la fatiga. Si en el pasaje anterior los nombres italianos se veían, en este se ven –grabados en el vagón- y se oyen –en labios de la mujer italiana- y de inmediato el milagro de la comprensión tiene lugar. Pocos episodios en Levi tan poéticos como este, y una vez más al hilo de la lengua, del italiano, de los nombres. Es patente el parentesco con el pasaje evangélico de la duda de Tomás -ver para creer-, pero este sueño se tiñe también con los colores de un locus amoenus, de un verdadero paraíso en el que dos personas se entienden -¿se aman?- y están donde quieren estar, en un lugar de aire templado y olor a heno. Pero el sueño termina, el convoy acaba de pasar y Levi nos dice que ese es el momento más amargo: «Guai a sognare: il momento di coscienza che accompagna il risveglio è la sofferenza piú acuta»[xxxii] (p.37), palabras que, como muchas otras en Levi, revelan la presencia incorpórea de Dante: «Nessun maggior dolore / che ricordarsi del tempo felice/ nella miseria»[xxxiii] (Inferno, V, 121-123).

Por cierto, que en el Canto de Ulises hay un pasaje, aunque Levi no haga mención de él, en el que se alude a las lenguas como frontera, como obstáculo: cuando aparecen las almas de Ulises y Diómedes, Virgilio insiste en ser él el que hable, pues al ser ellos griegos, acaso podrían mostrarse esquivos ante el italiano de Dante: «Lascia parlare a me, ch’i’ho concetto / cio che tu vuoi; ch’ei sarebbero schivi/ perché fuor greci, forse del tuo detto» [xxxiv](Inferno, XXVI, 73-75). Virgilio traduce para Dante el griego de Ulises, y Levi traduce para Pikolo el italiano de Dante. Un juego de espejos en el que la lengua es o puede ser la clave de la luz o de la oscuridad, de la dicha o del miedo. No es casual que el breve rato de felicidad de que disfrutan Levi y Pikolo con su sucinta clase de italiano en torno a Dante se interrumpa precisamente con el Kraut und Rüben, el grosero anuncio oficial y a voces de que la sopa de hoy será de repollo y nabos. Por ello, Levi cierra el único capítulo gozoso de su libro con el último verso del canto XXVI de la Commedia: «Infin che ‘l mar fu sopra noi rinchiuso»[xxxv]  (p. 112). La muerte de Ulises marca la vuelta de Levi a la grisura cotidiana del Lager, el brusco despertar a una realidad que también es muerte: «noi, fatti schiavi (…) spenti nell’anima prima che dalla morte anónima»[xxxvi] (p. 49), dice Levi, «apagados en el alma», muertos en suma, pues la muerte física es anónima, no tiene ya nombre, es la de cualquier bestia.

                                              

V


No me gustaría terminar sin una mención del profundo humanismo que informa la obra y la vida de Primo Levi. En el Renacimiento fue frecuente definir al humanista con una antigua sentencia latina, atribuida a Catón pero empleada por muchos otros: «Vir bonus dicendi peritus» («un hombre bueno hábil en el decir»). No creo que en Levi o en su obra se hallen a faltar ni la bondad ni la pericia en la palabra. En los entresijos de esa destreza va larvada también la belleza. Levi se queja en su libro de que Auschwitz es «la negazzione della belleza» (p. 67) y añade: «nulla è vivo se non macchine e schiavi: e piú quelle di questi»[xxxvii]. O lo que es lo mismo, donde no hay belleza no hay vida. No imagino prueba más contundente del primado de la belleza en Levi que su amor por Dante. Dante y la lengua, estoy convencido, salvaron a Levi. En cuanto a su bondad, basta citar el que a mi modo de ver es el momento más bello del libro: Pikolo pide a Levi que le repita unos versos del canto de Ulises, precisamente aquellos en que Ulises suplica a sus hombres que consideren su origen, su humanidad:

Considerate la vostra semenza:
fatti non foste a viver come brutti
ma per seguir virtute e conoscenza  (Inferno XXVI, 118-120)[xxxviii] 

Y ¿qué escribe Levi a continuación?: «Pikolo mi prega di ripetere. Come è buono Pikolo, si è accorto che mi sta facendo del bene»[xxxix] (p. 111). Dos hombres buenos, nutriéndose mutuamente de la belleza de Dante. Dos hombres que se entienden y se hacen bien con un texto poético de fondo. También Francesca y Paolo caen por primera vez uno en brazos del otro leyendo otro texto poético, el romance de Ginebra y Lanzarote.
                                   
Daba comienzo este escrito con una referencia a Adorno y a su célebre dictum de que «escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie». También Samuel Beckett, aunque con mayor sutileza, dice, en carta a Richard Coe, que prefería escribir en francés «because you couldn’t help writing poetry in it (English)»[xl]. La misma idea o el mismo miedo subyacentes alientan en ambos. No creo que Levi suscribiera esas posiciones tan extremas. Que un hombre en sus horas más bajas se vuelva a un poeta y que tache de sacrilegio el tener que explicar a otro unos versos de Dante en prosa me hace pensar que Levi pudo lamentar no haber dado a su terrible experiencia el poema que acaso merecía.


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SANTIAGO SANZ ha editado y traducido la poesía del poeta metafísico inglés George Herbert, Antología poética (Animal Sospechoso, Barcelona, 2014), en colaboración con Misael Ruiz Albarracín. «El canto de Ulises en Primo Levi» forma parte de su libro Ítacas, de próxima publicación. 






[i] L´écriture ou la vie (1994) y Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001)
[ii] Ósip Mandelstam. Coloquio sobre Dante, p. 10. Ed. Acantilado, 2004
[iii] «Nada era verdad fuera del campo. Lo demás era breve vacación o engaño de los sentidos, sueño: la familia, la naturaleza en flor, la casa…» (Las traducciones de los textos citados en la lengua original son mías)
[iv] «aquella estrecha hoz donde Hércules levantó sus columnas» (Inferno, XXVI, 107-108)
[v] «Oh, muerte, viejo capitán, ya es la hora, levemos el ancla…» (en L’écriture ou la vie, p. 37)
[vi] «Atento, Pikolo, abre bien los oídos y la mente, necesito que entiendas». (Se questo è un uomo. Einaudi, ed. 2014)
[vii] «Como si yo también lo oyera por vez primera; como un toque de trompeta, como la voz de Dios. Por un momento, he olvidado quién soy y dónde estoy»
[viii] «[un remolino] tres vueltas le hizo dar con toda el agua/ a la cuarta la popa fue hacia arriba/ y la proa se hincó, como a otro plugo…» (los puntos suspensivos son de Levi).
[ix] «Retengo a Pikolo, es absolutamente necesario y urgente que escuche, que comprenda este “como a otro plugo”, antes de que sea demasiado tarde, mañana él o yo podemos estar muertos (…) debo hablarle (…) de algo inmenso que yo mismo he visto solo ahora, en la intuición de un instante, quizás el porqué de nuestro destino, de nuestro estar hoy aquí…» (puntos suspensivos de Levi)
[x] “…si mi buena estrella o algo mejor me ha dado este bien…” (Inferno, XXVI, 23-24)
[xi] Viviré con su nombre, morirá con el mío, p. 119. Tusquets, 2001.
[xii] «Lo importante es no perder el tiempo, no malgastar esta hora».
[xiii] «… El canto de Ulises. Quién sabe por qué y cómo me ha venido a la cabeza: pero no hay tiempo de elegir, esta hora ya no es una hora. Si Jean es inteligente, comprenderá. Comprenderá: hoy me siento capaz.»
[xiv] «Così la neve al sol si disigilla;
      così al vento nelle foglie levi
      si perdea la sentenza di Sibilla» (Paradiso, XXIII, 64-66)
[xv] «el ardor que yo tenía de ser del mundo experto» (Inferno, XXVI, 97-98)
[xvi] «Todo era incomprensible y absurdo»
[xvii] «Aquí no vale el Santo Rostro, / aquí se nada distinto de en el Serchio» (Inferno XXI, 48-49). El Santo Rostro era un crucifijo bizantino de madera negra muy venerado en Lucca. El Serchio es el río que pasa por Lucca. El sentido es obvio: ya no estáis en Lucca sino en el infierno.
[xviii] «…uno está rodeado de una perpetua Babel donde todos aúllan (…) nadie te escucha».
[xix] «Hace mucho tiempo que dejé de intentar comprender».
[xx] «No hay que intentar entender»
[xxi] «…la gran locura del Tercer Reich»
[xxii] «Los ojos azules y el cabello rubio son esencialmente malvados. Ninguna comunicación posible»
[xxiii] «Es una bella palabra»; significa «dolor de la casa». Algo así, pues, como morriña o nostalgia.
[xxiv] «…esos bárbaros ladridos de los alemanes cuando ordenan, que parecen dar salida a una rabia vieja de siglos»
[xxv] «…Flesch, che si adatta molto a malincuore a tradurre in italiano frasi tedesche piene di gelo».
[xxvi] «Entonces, por vez primera, nos hemos dado cuenta de que a nuestra lengua le faltan palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre».
[xxvii] «Nada es nuestro ya: nos han quitado la ropa, los zapatos, el pelo incluso; si hablamos no nos oirán, y si nos oyeran no nos entenderían. Nos quitarán también el nombre: y si queremos conservarlo, habremos de encontrar en nosotros la fuerza, lograr que detrás del nombre quede aún algo de nosotros, de nosotros tal cual éramos»
[xxviii] «Mi nombre es 174 517. Nos han bautizado»
[xxix] «Por el tragaluz vemos desfilar los riscos altos y pálidos del valle del Adige, los últimos nombres de ciudades italianas».
[xxx] «Mi corazón se estremecía con el pensamiento del retorno, y cruelmente me imaginaba cómo sería la alegría inhumana de volver a cruzar (…) y los primeros nombres italianos».
[xxxi] «…Deutsche Reichsbahn. Deutsche Reichsbahn. SNCF. Dos vagones rusos gigantescos, con la hoz y el martillo mal borrados. Deutsche Reichsbahn. Y después, Caballos 8, Hombres 40, Tara, Tonelaje: un vagón italiano. …Subir dentro, a un rincón, bien escondido bajo el carbón, y permanecer quieto y callado, a oscuras, oyendo el ritmo sin fin del traqueteo, más fuerte que el hambre o el cansancio; hasta que, en un momento dado, el tren se detendría y yo sentiría el aire tibio y el olor del heno, y saldría fuera, al sol: entonces me acostaría en el suelo, besaría el suelo, como se lee en los libros: con el rostro en la hierba. Y pasaría una mujer, y me preguntaría, en italiano, “¿quién eres?”, y yo le contaría, en italiano, y ella entendería, y me daría comida y cobijo. Y no creería las cosas que digo, y le enseñaría el número que llevo en el brazo, y entonces creería…»
[xxxii] «Cuidado con soñar: el momento de lucidez que acompaña al despertar es el sufrimiento más agudo».
[xxxiii] «Ningún dolor mayor que acordarse del tiempo feliz en la desgracia»
[xxxiv] «Déjame hablar a mí, que bien se yo/ qué quieres, que pues que fueron griegos/ podrían recelar de tu decir» 
[xxxv] «Hasta que el mar se cerró sobre nosotros»
[xxxvi] «nosotros, esclavizados (…) apagados en el alma antes que por la muerte anónima»
[xxxvii] «No hay nada vivo a no ser las máquinas y los esclavos: y más de aquellas que de estos»
[xxxviii] «Considerad vuestra simiente/ no fuisteis hechos para vivir como bestias/ sino para seguir la virtud y el conocimiento»
[xxxix] «Pikolo me pide que repita. ¡Qué bueno es Pikolo!, se ha dado cuenta de que me está haciendo bien»
[xl] «…porque en inglés no se puede remediar el escribir poesía»









         

1 comentario:

  1. Maravilloso este análisis de la obra de Primo Levi, yo había leído el capítulo titulado "EL CANTO DE ULISES", pero no había entendido la identificación de Levi con Ulises,sólo me había aumentado el dolor que me inspira el tremendo relato; ahora sí la entiendo y me es real esa identificación, la cuál me hace sentir aún más dolor por la crueldad a que fueron sometidas tantas personas. Gracias por esta esclarecedora publicación!!

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