El canto de Ulises en Primo Levi / Santiago Sanz
Ulises y Elpenor en el Hades (pintor de Lykaon) |
«Para nosotros, extranjeros, es
difícil penetrar en el secreto último
de la poesía escrita en otra lengua»
Ósip Mandelstam
«What a figure is Dante’s Odysseus!»
Eric Auerbach
I
Es conocido el juicio de Theodor Adorno según el cual no sería
concebible o moralmente viable la escritura de poesía después de Auschwitz. El
presente ensayo apunta en dirección contraria. No puede ser casual que el
capítulo quizá más emotivo de Se questo è
un uomo sea el titulado «Il Canto di Ulisse», en referencia al canto XXVI
del Infierno de Dante, un texto, al fin y al cabo, poético. Y digo emotivo
porque no se halla en el libro de Primo Levi rastro alguno de sentimentalismo.
Antes al contrario: Levi disecciona el Lager con la frialdad y el
desapasionamiento del científico, del químico que él es. La realidad que aborda
es tan abrumadora que conmueve de por sí; aunque no nos ahorra nada y las
elipsis son escasas, no es su deseo cargar las tintas. Solo en contadas
ocasiones deja Levi el bisturí de lado y se muestra más cercano, más
vulnerable. Ese es el caso de «El canto de Ulises», como tendremos ocasión de
ver.
¿Por qué la poesía? ¿Por qué Dante? Levi no es un intelectual como
Jorge Semprún, autor de por lo menos dos excelentes libros sobre su paso por Buchenwald[i]. En Semprún las citas
y los nombres son frecuentes: Baudelaire, René Char, Goethe, Heine, Camus,
Malraux, Schelling, Kant, Nietzsche, Heidegger, Séneca, San Agustín… En Levi no
se da nada parecido; un par de motivos bíblicos y clásicos (Tántalo, Polifemo)
a lo sumo. Y Dante, claro. Pero la presencia de Dante en Levi va mucho más allá
del capítulo sobre el canto de Ulises. Dante informa –más que impregna- todo el
libro de Levi. Dante está siempre presente en Levi, aun cuando no lo mencione.
Se diría que es su sombra. Las razones para ello son de distinto orden, aunque
todas ellas, me atrevo a sugerir, esenciales, ninguna circunstancial. Y la de
Dante es poesía superlativa. Por ello, cuando la memoria le falla y no logra
recordar con exactitud los versos de la Commedia
sobre el último viaje de Ulises, Levi se mortifica por tener que contárselo a
Pikolo, el joven francés, en prosa: «che
tristezza, sono costretto a raccontarlo in prosa: un sacrilegio». Levi sabe
que solo la poesía puede obrar el milagro. Y digo milagro como Levi dice
sacrilegio, porque aquí estamos –ya lo veremos- en el ámbito de lo sagrado,
rozando la epifanía. En este mismo sentido el poeta ruso Ósip Mandelstam, ese
otro mártir del totalitarismo –esta vez el de Stalin-, dice lo siguiente en su
esclarecedor escrito sobre Dante: «…allí donde la obra se deja medir con la
vara de la narración, allí las sábanas no han sido usadas, es decir que –si se
me permite la expresión- allí no ha pernoctado la poesía»[ii].
Dante asimismo por la propia experiencia del Lager. Es ocioso insistir
sobre lo dantesco de Auschwitz, genuino Descensus
ad Inferos. Los espectros translúcidos del Hades homérico hallan su eco en
los del infierno de Dante y éstos en las sombras vacilantes que el ejército
ruso encontró al liberar Auschwitz. En el canto XI de La Odisea, Ulises baja al
Hades y su difunta madre, Anticlea, le dice: «¡Hijo mío! ¿Cómo has bajado en
vida a esta oscuridad tenebrosa?» y algo más adelante le conmina: «Mas procura
volver lo antes posible a la luz y llévate sabidas todas estas cosas para que
luego las refieras a tu consorte». ¿Acaso no es esa la peripecia de Levi y de
todos los Häftlinge? Arrebatados a la
vida, desposeídos de todo –incluso de sus nombres-, reducidos a cosas o a
bestias (es larga la nómina de animales con que Levi describe la vida del
hombre en el Lager), no es de extrañar que Levi hable a menudo de sí mismo y de
sus compañeros de infortunio como muertos («I
personaggi di queste pagine non sono uomini. La loro umanità è sepolta…»,
p. 119). Por otra parte, nada acongoja tanto a Levi como la posibilidad de no
ser creído o comprendido en el caso improbable de una vuelta a casa, como
sucede en el capítulo titulado «Le nostre
notti» (Nuestras noches), donde sueña que vuelve y su propia familia no le
entiende, como si no existiese: «mia
sorella mi guarda, si alza e se ne va senza far parola» (p. 54). Siempre
acecha la incertidumbre sobre si esa vuelta de Ulises/Levi a la luz es
realmente posible. De hecho, en otra obra –La tregua- Levi escribe: «Nulla era vero all’infuori del Lager. Il
resto era breve vacanza o inganno dei sensi, sogno: la familia, la natura in
fiore, la casa…»[iii]. Y cabe imaginar que
tampoco el Ulises de Dante, a diferencia del Odiseo homérico, encontró la luz
en Ítaca, pues Dante lo presenta, ya «viejo y lento», en busca de una última y
fatal aventura.
¿Es un desatino comparar el destino del Ulises de Dante con el del
propio Levi? No lo creo. Ulises sale ileso de Troya, vuelve, tras mucho navegar,
a Ítaca, pasa allí su vida y en su vejez («Io
e’ compagni eravam vecchi e tardi», v. 106) se siente impelido a surcar de
nuevo el mar y halla su muerte al franquear el límite de lo conocido: el
Estrecho de Gibraltar («quella foce
stretta/ dove Ercule segnò li suoi riguardi»[iv]. Levi sobrevive a
Auschwitz, vuelve a Italia y cuarenta años después, el 11 de abril de 1987, se
suicida arrojándose por el hueco de la escalera (otra «estrecha hoz») de su
casa en Turín. En ambos casos, una insatisfacción latente, una reacción desmedida,
una «cadena rota» («vincolo infranto»,
dice el propio Levi refiriéndose a la audacia de Ulises), un soltar amarras, si
se quiere. Resulta conmovedor que también Semprún recurra precisamente a una
imagen marinera -la de levar el ancla- al consolar a un compañero moribundo: «consciente
de la necesidad de una oración», sólo se le ocurre recitarle unos versos de
Baudelaire: «Ô mort, vieux capitaine, il
est temps,/ levons l’ancre…»[v].
II
Ahondemos un poco más en lo mucho que Dante significa para Levi. Empecemos
por el título mismo del libro: Se questo
è un uomo es, en realidad, una abreviatura de uno de los versos del poema
introductorio con que Levi inicia el libro: «Considerate se questo è un uomo» («considerad si esto es un hombre»).
Estoy convencido de que esa fórmula imperativa, acaso piadosa, acaso
conminatoria, está inspirada por el verso 118 del Canto XXVI: «Considerate la vostra semenza» («Considerad
vuestra simiente», es decir, pensad en vuestro origen, en lo que sois, les dice
Ulises a sus hombres para que se le unan en su último viaje). En un pasaje
revelador, el propio Levi recita esos versos de Dante al joven francés Pikolo, al
que está intentando enseñar italiano. Y no solo se los recita, sino que antes
le suplica que escuche con atención: «Ecco,
attento Pikolo, apri gli orecchi e la mente, ho bisogno che tu capisca»[vi]. Con un énfasis
inaudito en él, Levi siente como necesidad propia que Pikolo entienda a Dante.
Y a renglón seguido, nada más recitar los versos, Levi escribe: «Come se anch’io lo sentissi per la prima
volta; come uno squillo di tromba, come la voce di Dio. Per un momento ho
dimenticato chi sono e dove sono»[vii]. El hecho mismo del
decir esos versos sume a Levi en una experiencia extática, en un rapto
insospechado para él y teñido de significado teofánico. Ve ahora lo que antes
no veía.
Esa virtud iluminativa del texto de Dante para Levi se intensifica más
si cabe al llegar a los últimos versos del canto XXVI, al pasaje en que la nave
de Ulises zozobra y arrastra a la muerte a él y a sus hombres:
Tre volte il fe’ girar con tutte
l’acque
Alla quarta levar la poppa in
suso
E la prora ire in giú, come
altrui piacque…[viii]
Y una vez más, con urgencia no disimulada, temblando de emoción y con
una intensidad que no se alcanza en ningún otro pasaje del libro, Levi escribe:
«Trattengo Pikolo, è assolutamente
necessario e urgente che ascolti, che comprenda questo “come altrui piacque”,
prima che sia troppo tardi, domani lui o io possiamo essere morti (…) devo
dirgli (…) qualcosa di gigantesco che io stesso ho visto ora soltanto,
nell’intuizione di un attimo, forse il perché del nostro destino, del nostro
essere oggi qui…»[ix]. Puede decirse que
Dante revela a Levi el sentido de su propio destino, le brinda una vislumbre
misteriosa y profunda y le coloca al borde mismo de la aceptación, de la
aquiescencia.
Conviene recordar que existe otro pasaje en el Canto XXVI, éste no
mencionado por Levi, en el que Dante también alude al destino, a Dios en
realidad, sin nombrarlo explícitamente, refiriéndose a él de manera encubierta,
solapada: Dante habla de su don como poeta y se pregunta «se stella bona o miglior cosa/ m’ha dato ‘l ben…»[x]. El «come altrui
piacque» que deslumbra a Levi y esa «miglior cosa» son lo mismo.
III
Pero Dante no solo ofrece a Levi luz. También le concede una patria, un
lugar, allí en el centro mismo del sinsentido y del miedo. Esa patria es la
lengua italiana. Relatando su experiencia en Buchenwald, Jorge Semprún se
sincera: «para mí la lengua francesa era lo único que se parecía a una patria»[xi]. En el capítulo «El canto de Ulises» Levi se
revela en una posición similar. Cuando Pikolo le confiesa que le gusta Italia y
que querría aprender italiano, Levi de inmediato, y casi sin saber cómo, piensa
que el vehículo idóneo es «El canto de Ulises». Primero dice que es factible
enseñarle italiano a Pikolo («Non
possiamo farlo? Possiamo»). Y luego añade algo fundamental: «l’importante è di non perdere tempo, di non
sprecare quest’ora»[xii]. Presumo que Levi no
solo se está refiriendo a la necesidad de hacerlo ya, ahora que aún hay tiempo,
sino también a la de intentarlo precisamente con ese pasaje de Dante, como si
emplear otro autor fuese un desperdicio. Dante es Italia y la lengua italiana.
Ello explica que justo a continuación escriba, con esos puntos suspensivos con
los que Levi intima el misterio: «… Il
canto di Ulisse. Chissà come e perché mi è venuto in mente: ma non abbiamo
tempo di scegliere, quest’ora già non è piú un’ora. Se Jean è inteligente
capirà. Capirà: oggi mi sento da tanto»[xiii].
Levi sabe que el texto es difícil, pero también sabe o intuye que solo puede
ser ese, que solo ese texto va a iluminarle a él también. Solo ese pasaje va a
hacer que se sienta capaz. En los pasajes citados de Levi hay un espacio
fundamental para la incertidumbre («la intuición de un instante»,«quién sabe
por qué y cómo», «quizás»…), pero la realidad del Lager es tan inasumible que
solo en los límites de la lengua poética, en los pliegues del pensamiento,
puede habitar algo parecido a la comprensión. Levi intuye que las grandes
respuestas no están en las certezas, sino veladas por el misterio, como lo
estaban los oráculos de la Sibila Cumana, escritos enigmáticamente sobre hojas
de plantas que el viento dispersaba al abrirse su cueva, tal como cuenta Dante
en el último capítulo de la Commedia[xiv].
Se habla más arriba de «algo parecido a la comprensión». Comprensión o
incomprensión. Esa es la clave de este capítulo. Más que explicación. Una
explicación la tienen que dar otros; una cierta comprensión puede acaso
lograrla una persona afinando su pensamiento y observando el mundo. No es el
caso del Lager. Auschwitz es un inferno precisamente por incomprensible, porque
la salvación solo es posible renunciando a comprender, es decir, renunciando a
ser hombre, suspendiendo, al menos dentro de las alambradas, aquello que nos
hace humanos: el deseo de entender el mundo, que es, no en vano, lo que impulsa
al Ulises de Dante a ese último viaje («l’ardore
ch’i’ebbi a divenir del mondo esperto»[xv]).
Son muchos los pasajes de Se questo é un
uomo en los que Levi aborda, con sus palabras o con las de otros, la
imposibilidad de comprender su experiencia: «Tutto era incomprensibile e folle»[xvi]
(p. 13); «Hier ist kein Warum» (p.
21), dice alguien en alemán: «Aquí no hay porqué», e inmediatamente Levi se
acuerda de Dante y lo cita:
«...si è circondati da una
perpetua Babele, in cui tutti urlano (…) nessuno ti da ascolto»[xviii] (p.30). El
parentesco con el infierno de Dante es patente, si bien Dante y Virgilio sí
prestan oídos a los condenados, cosa que no sucede en Auschwitz. «Da molto tempo ho smesso di cercare di
capire»[xix] (p.40) «Ne pas chercher à comprendre»[xx], dice otro prisionero
en francés (p. 100). Testimonios como estos se extienden a la realidad alemana
más allá del Lager: «…la grande follia de
la Terza Germania»[xxi], donde Germania y
Reich son la misma cosa (p. 103). «Gli
occhi azzurri e i capelli biondi sono essenzialmente malvaggi. Nessuna
comunicazione possibile»[xxii] (p. 103).
IV
Frente a ese mundo ajeno, convulso y erizado de incomprensión, Dante es
para Levi el Santo Volto, Italia, la luz. Y ello, acaso en primer lugar, por la
lengua misma. Jorge Semprún, víctima igualmente de las torturas de la Gestapo y
de los rigores de Buchenwald, no escatima elogios para la poesía y la filosofía
alemanas; en sus páginas abundan las citas de Celan, Goethe, Brecht, Heine,
Schelling… En Se questo è un uomo la
lengua alemana no es portadora de bondad o bonanza alguna. Tan solo en un único
pasaje -¡y qué revelador!- se conmueve Levi con una palabra alemana y solo una:
«Heimweh […]è una bella parola, vuol dire
“dolore della casa”»[xxiii] (p. 48). Frente a
esa única excepción, el alemán se muestra en Levi vinculado casi siempre a la
maldad y a la barbarie: «quei barbarici
latrati dei tedeschi quando commandano, che sembrano dar vento a una rabbia
vecchia di secoli»[xxiv] (p.11). En otro
pasaje, Levi habla de la renuencia de un compañero, un judío alemán, a traducir
al italiano «frases alemanas llenas de hielo»[xxv]
(p. 16). Quiero entender aquí que ese «hielo» le parece a Levi ajeno a la
lengua italiana, esencialmente intraducible. Y en otro lugar, más elocuente si
cabe, Levi se expresa así: «Allora per la
prima volta ci siamo accorti che la nostra lingua manca di parole per esprimere
questa offesa, la demolizione di un uomo»[xxvi]
(p. 18). «La nostra lingua» es, me
atrevo a suponer, el italiano. De modo que no solo la terribilitas del Lager es radicalmente incomprensible e
insoportable sino también, en cierto modo, la lengua en la que se articula y en
la que se manifiesta cada día.
«Nulla è piú nostro: ci hanno tolto gli abiti, le scarpe, anche i capelli;
se parleremo, non ci ascolteranno, e se ci ascoltassero, non ci capirebbero. Ci toglieranno anche il nome: e se vorremo
conservarlo, dovremo trovare in noi la forza di farlo, di fare sí che dietro al
nome, qualcosa ancora di noi, di noi quali eravamo, rimanga.»[xxvii] (p. 19) Este
fragmento, además de abundar en esa incomprensión absoluta de que venimos
hablando, incide en la importancia de los nombres para preservar la identidad,
lo que se es. Levi escribe más adelante: «Il
mio nome è 174 517. Siamo stati battezzati».[xxviii]
Bautismo, nacimiento a una nueva vida en la que nada queda de la anterior.
¿Nada? Levi insiste en ese largo pasaje citado en que detrás del nombre algo
hay que preservar de lo que fuimos. Y aquí es donde Dante cobra su más pleno
sentido. Porque ¿cómo habrían de quitarle a Dante o la memoria de Dante? Ahí el
Lager se revela como ineficaz y manifiesta toda su impotencia. Pero solo ahí,
porque el propio Levi reconoce en más de un pasaje que los alemanes han
ejecutado su siniestro proyecto a la perfección.
El ámbito de la comprensión, el solar del entendimiento, son para Levi
la lengua italiana, y muy en especial la de la Commedia, que es, entre otras muchas cosas, un inmenso catálogo de
nombres italianos. Levi concede gran atención a los nombres; los de sus
compañeros de desdicha quedan, en cierto modo, estampados en la memoria,
inmortalizados en su libro, al igual que los de Dante (Francesca de Rimini,
Paolo Malatesta, Oderisi da Gubbio, Brunettto Latino, Pier della Vigna, el
conde Ugolino…). Esto podría parecer un simple acto de justicia por parte de
Levi, el registrar el nombre de aquellos a los que el nazismo había reducido a
un número tatuado en el brazo. Frente a los números los nombres. Pero Levi va
mucho más allá. Ya de camino a Polonia, el tren va abandonando Italia: «Dalla feritoia, vedemmo sfilare le alti rupi
pallide della val d’Adige, gli ultimi nomi di città italiane»[xxix] (p. 10). Y ya en
ese mismo momento Levi imagina la alegría del regreso: «Mi stava nel cuore il pensiero del ritorno, e crudelmente mi
rappresentavo quale avrebbe potuto essere la inumana gioia di quell’altro
passaggio (…) e i primi nomi italiani»[xxx]
(p.10). En esos nombres italianos cifra Levi el dolor de la partida y la
alegría del regreso.
En otro pasaje Levi se abandona momentáneamente a una especie de
ensoñación: derrengados por la fatiga del trabajo, él y un compañero tienen que
parar para que pase un largo convoy con vagones de distintos países:«…Deutsche Reichsbahn. Deutsche Reichsbahn.
SNCF. Due giganteschi vagoni russi, con la falce e il martello mal cancellati.
Deutsche Reichsbahn. Poi cavalli 8, Uomini 40, Tara, Portata; un vagone
italiano. ….Salirvi dentro, in un angolo, ben nascosto sotto il carbone, e
stare fermo e zitto, al buio, ad ascoltare senza fine il ritmo delle rotate,
più forte della fame e della stanchezza; finché, a un certo momento, il treno
si fermerebbe, e sentirei l’aria tepida e odore di fieno, e potrei uscire
fuori, nel sole: allora mi coricherei a terra, a baciare la terra, come si
leggi nei libri: col viso nell’erba. E passerebbe una donna, e mi chiederebbe
“Chi sei?” in italiano, e io le racconterei, in italiano, e lei capirebbe, e mi
darebbe da mangiare e da dormiré. E non crederebbe alle cose che io dico, e io
le farei vedere il numero che ho sul braccio, e allora crederebbe…»[xxxi] (p.36) (Los puntos suspensivos son de Levi y
la negrita mía). Creo que vale la pena demorarse un poco en esta larga cita.
Son los nombres italianos en el vagón los que disparan la ensoñación de Levi.
Bastan unas pocas palabras técnicas leídas en italiano para entrar en trance. El
deseo de Italia –del italiano- es más fuerte que el hambre o la fatiga. Si en
el pasaje anterior los nombres italianos se veían, en este se ven –grabados en
el vagón- y se oyen –en labios de la mujer italiana- y de inmediato el milagro
de la comprensión tiene lugar. Pocos episodios en Levi tan poéticos como este,
y una vez más al hilo de la lengua, del italiano, de los nombres. Es patente el
parentesco con el pasaje evangélico de la duda de Tomás -ver para creer-, pero
este sueño se tiñe también con los colores de un locus amoenus, de un verdadero paraíso en el que dos personas se
entienden -¿se aman?- y están donde quieren estar, en un lugar de aire templado
y olor a heno. Pero el sueño termina, el convoy acaba de pasar y Levi nos dice
que ese es el momento más amargo: «Guai a
sognare: il momento di coscienza che accompagna il risveglio è la sofferenza
piú acuta»[xxxii] (p.37), palabras
que, como muchas otras en Levi, revelan la presencia incorpórea de Dante: «Nessun maggior dolore / che ricordarsi del
tempo felice/ nella miseria»[xxxiii] (Inferno, V,
121-123).
Por cierto, que en el Canto de Ulises hay un pasaje, aunque Levi no
haga mención de él, en el que se alude a las lenguas como frontera, como
obstáculo: cuando aparecen las almas de Ulises y Diómedes, Virgilio insiste en
ser él el que hable, pues al ser ellos griegos, acaso podrían mostrarse esquivos
ante el italiano de Dante: «Lascia
parlare a me, ch’i’ho concetto / cio che tu vuoi; ch’ei sarebbero schivi/ perché
fuor greci, forse del tuo detto» [xxxiv](Inferno,
XXVI, 73-75). Virgilio traduce para Dante el griego de Ulises, y Levi traduce
para Pikolo el italiano de Dante. Un juego de espejos en el que la lengua es o
puede ser la clave de la luz o de la oscuridad, de la dicha o del miedo. No es
casual que el breve rato de felicidad de que disfrutan Levi y Pikolo con su
sucinta clase de italiano en torno a Dante se interrumpa precisamente con el Kraut und Rüben, el grosero anuncio
oficial y a voces de que la sopa de hoy será de repollo y nabos. Por ello, Levi
cierra el único capítulo gozoso de su libro con el último verso del canto XXVI
de la Commedia: «Infin che ‘l mar fu sopra noi rinchiuso»[xxxv] (p. 112). La muerte de Ulises marca la vuelta
de Levi a la grisura cotidiana del Lager, el brusco despertar a una realidad
que también es muerte: «noi, fatti
schiavi (…) spenti nell’anima prima che dalla morte anónima»[xxxvi] (p. 49), dice
Levi, «apagados en el alma», muertos en suma, pues la muerte física es anónima,
no tiene ya nombre, es la de cualquier bestia.
V
No me gustaría terminar sin una mención del profundo humanismo que
informa la obra y la vida de Primo Levi. En el Renacimiento fue frecuente
definir al humanista con una antigua sentencia latina, atribuida a Catón pero
empleada por muchos otros: «Vir bonus
dicendi peritus» («un hombre bueno hábil en el decir»). No creo que en Levi
o en su obra se hallen a faltar ni la bondad ni la pericia en la palabra. En
los entresijos de esa destreza va larvada también la belleza. Levi se queja en
su libro de que Auschwitz es «la
negazzione della belleza» (p. 67) y añade: «nulla è vivo se non macchine e schiavi: e piú quelle di questi»[xxxvii]. O lo que es lo
mismo, donde no hay belleza no hay vida. No imagino prueba más contundente del
primado de la belleza en Levi que su amor por Dante. Dante y la lengua, estoy
convencido, salvaron a Levi. En cuanto a su bondad, basta citar el que a mi
modo de ver es el momento más bello del libro: Pikolo pide a Levi que le repita
unos versos del canto de Ulises, precisamente aquellos en que Ulises suplica a
sus hombres que consideren su origen, su humanidad:
Considerate la vostra semenza:
fatti non foste a viver come brutti
ma per seguir virtute e
conoscenza (Inferno XXVI, 118-120)[xxxviii]
Y ¿qué escribe Levi a continuación?: «Pikolo mi prega di ripetere. Come è buono Pikolo, si è accorto che mi
sta facendo del bene»[xxxix] (p. 111). Dos
hombres buenos, nutriéndose mutuamente de la belleza de Dante. Dos hombres que
se entienden y se hacen bien con un texto poético de fondo. También Francesca y
Paolo caen por primera vez uno en brazos del otro leyendo otro texto poético,
el romance de Ginebra y Lanzarote.
Daba comienzo este escrito con una referencia a Adorno y a su célebre
dictum de que «escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie».
También Samuel Beckett, aunque con mayor sutileza, dice, en carta a Richard
Coe, que prefería escribir en francés «because
you couldn’t help writing poetry in it (English)»[xl].
La misma idea o el mismo miedo subyacentes alientan en ambos. No creo que Levi
suscribiera esas posiciones tan extremas. Que un hombre en sus horas más bajas
se vuelva a un poeta y que tache de sacrilegio el tener que explicar a otro
unos versos de Dante en prosa me hace pensar que Levi pudo lamentar no haber
dado a su terrible experiencia el poema que acaso merecía.
___________________________
SANTIAGO SANZ ha editado y traducido la poesía del poeta metafísico inglés George Herbert, Antología poética (Animal Sospechoso, Barcelona, 2014), en colaboración con Misael Ruiz Albarracín. «El canto de Ulises en
Primo Levi» forma parte de su libro Ítacas,
de próxima publicación.
[i] L´écriture ou la vie (1994) y Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001)
[ii] Ósip
Mandelstam. Coloquio sobre Dante, p.
10. Ed. Acantilado, 2004
[iii] «Nada
era verdad fuera del campo. Lo demás era breve vacación o engaño de los
sentidos, sueño: la familia, la naturaleza en flor, la casa…» (Las traducciones
de los textos citados en la lengua original son mías)
[iv] «aquella
estrecha hoz donde Hércules levantó sus columnas» (Inferno, XXVI, 107-108)
[v] «Oh,
muerte, viejo capitán, ya es la hora, levemos el ancla…» (en L’écriture
ou la vie, p. 37)
[vi] «Atento,
Pikolo, abre bien los oídos y la mente, necesito que entiendas». (Se questo è un uomo. Einaudi, ed. 2014)
[vii] «Como
si yo también lo oyera por vez primera; como un toque de trompeta, como la voz
de Dios. Por un momento, he olvidado quién soy y dónde estoy»
[viii] «[un
remolino] tres vueltas le hizo dar con toda el agua/ a la cuarta la popa fue
hacia arriba/ y la proa se hincó, como a otro plugo…» (los puntos suspensivos
son de Levi).
[ix] «Retengo
a Pikolo, es absolutamente necesario y urgente que escuche, que comprenda este
“como a otro plugo”, antes de que sea demasiado tarde, mañana él o yo podemos
estar muertos (…) debo hablarle (…) de algo inmenso que yo mismo he visto solo
ahora, en la intuición de un instante, quizás el porqué de nuestro destino, de
nuestro estar hoy aquí…» (puntos suspensivos de Levi)
[x] “…si mi
buena estrella o algo mejor me ha dado este bien…” (Inferno, XXVI, 23-24)
[xi] Viviré con su nombre, morirá con el mío,
p. 119. Tusquets, 2001.
[xii] «Lo
importante es no perder el tiempo, no malgastar esta hora».
[xiii] «… El
canto de Ulises. Quién sabe por qué y cómo me ha venido a la cabeza: pero no
hay tiempo de elegir, esta hora ya no es una hora. Si Jean es inteligente,
comprenderá. Comprenderá: hoy me siento capaz.»
[xiv] «Così
la neve al sol si disigilla;
così al
vento nelle foglie levi
si perdea
la sentenza di Sibilla» (Paradiso, XXIII, 64-66)
[xv] «el
ardor que yo tenía de ser del mundo experto» (Inferno, XXVI, 97-98)
[xvi] «Todo
era incomprensible y absurdo»
[xvii] «Aquí
no vale el Santo Rostro, / aquí se nada distinto de en el Serchio» (Inferno
XXI, 48-49). El Santo Rostro era un crucifijo bizantino de madera negra muy
venerado en Lucca. El Serchio es el río que pasa por Lucca. El sentido es
obvio: ya no estáis en Lucca sino en el infierno.
[xviii] «…uno
está rodeado de una perpetua Babel donde todos aúllan (…) nadie te escucha».
[xix] «Hace
mucho tiempo que dejé de intentar comprender».
[xx] «No hay
que intentar entender»
[xxi] «…la
gran locura del Tercer Reich»
[xxii] «Los
ojos azules y el cabello rubio son esencialmente malvados. Ninguna comunicación
posible»
[xxiii] «Es
una bella palabra»; significa «dolor de la casa». Algo así, pues, como morriña
o nostalgia.
[xxiv] «…esos
bárbaros ladridos de los alemanes cuando ordenan, que parecen dar salida a una
rabia vieja de siglos»
[xxv] «…Flesch,
che si adatta molto a malincuore a tradurre in italiano frasi tedesche piene di
gelo».
[xxvi] «Entonces,
por vez primera, nos hemos dado cuenta de que a nuestra lengua le faltan
palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre».
[xxvii] «Nada
es nuestro ya: nos han quitado la ropa, los zapatos, el pelo incluso; si
hablamos no nos oirán, y si nos oyeran no nos entenderían. Nos quitarán también
el nombre: y si queremos conservarlo, habremos de encontrar en nosotros la
fuerza, lograr que detrás del nombre quede aún algo de nosotros, de nosotros
tal cual éramos»
[xxviii] «Mi
nombre es 174 517. Nos han bautizado»
[xxix] «Por
el tragaluz vemos desfilar los riscos altos y pálidos del valle del Adige, los
últimos nombres de ciudades italianas».
[xxx] «Mi
corazón se estremecía con el pensamiento del retorno, y cruelmente me imaginaba
cómo sería la alegría inhumana de volver a cruzar (…) y los primeros nombres
italianos».
[xxxi] «…Deutsche
Reichsbahn. Deutsche Reichsbahn. SNCF. Dos vagones rusos gigantescos, con la
hoz y el martillo mal borrados. Deutsche Reichsbahn. Y después, Caballos 8,
Hombres 40, Tara, Tonelaje: un vagón italiano. …Subir dentro, a un rincón, bien
escondido bajo el carbón, y permanecer quieto y callado, a oscuras, oyendo el
ritmo sin fin del traqueteo, más fuerte que el hambre o el cansancio; hasta
que, en un momento dado, el tren se detendría y yo sentiría el aire tibio y el
olor del heno, y saldría fuera, al sol: entonces me acostaría en el suelo,
besaría el suelo, como se lee en los libros: con el rostro en la hierba. Y
pasaría una mujer, y me preguntaría, en italiano, “¿quién eres?”, y yo le
contaría, en italiano, y ella entendería, y me daría comida y cobijo. Y no
creería las cosas que digo, y le enseñaría el número que llevo en el brazo, y
entonces creería…»
[xxxii] «Cuidado
con soñar: el momento de lucidez que acompaña al despertar es el sufrimiento
más agudo».
[xxxiii] «Ningún
dolor mayor que acordarse del tiempo feliz en la desgracia»
[xxxiv] «Déjame
hablar a mí, que bien se yo/ qué quieres, que pues que fueron griegos/ podrían
recelar de tu decir»
[xxxv] «Hasta
que el mar se cerró sobre nosotros»
[xxxvi] «nosotros,
esclavizados (…) apagados en el alma antes que por la muerte anónima»
[xxxvii] «No
hay nada vivo a no ser las máquinas y los esclavos: y más de aquellas que de
estos»
[xxxviii] «Considerad
vuestra simiente/ no fuisteis hechos para vivir como bestias/ sino para seguir
la virtud y el conocimiento»
[xxxix] «Pikolo
me pide que repita. ¡Qué bueno es Pikolo!, se ha dado cuenta de que me está
haciendo bien»
Maravilloso este análisis de la obra de Primo Levi, yo había leído el capítulo titulado "EL CANTO DE ULISES", pero no había entendido la identificación de Levi con Ulises,sólo me había aumentado el dolor que me inspira el tremendo relato; ahora sí la entiendo y me es real esa identificación, la cuál me hace sentir aún más dolor por la crueldad a que fueron sometidas tantas personas. Gracias por esta esclarecedora publicación!!
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