domingo, 26 de julio de 2015

Hart Crane / Las travesías


Traducción de Tomás Browne y Rita Drpic
 



Hart Crane































Hart Crane, poeta emblemático de los Estados Unidos, nacido en 1899 y muerto en 1932, corresponde a la generación de poetas de Ezra Pound y T.S Eliot, aunque indiferente a ellos. Con excepción de su libro más conocido y estudiado, El puente, que, según el propio Crane, es «una síntesis mística de América» (el continente), no ha sido muy leído por la comunidad hispanohablante como lo son aún sus precursores: Emerson, Whitman, Emily Dickinson, Wallace Stevens. Este hecho puede deberse a lo que él llamaba «la lógica de la metáfora» –en que las emociones le ruegan un sentido diferente al significado– que está expresado con claridad en los últimos versos de la última travesía (VI): «La Palabra imaginada es la que sostiene / a los callados sauces anclados en su brillo». Y por esto puede entenderse la complejidad hermética que encierra su obra y, por lo mismo, no ha sido aún traducida como totalidad. Nosotros, ahora, presentamos «Voyages» un poema dividido en seis partes de su libro White Buildings (Construcciones blancas), recogidos en Los poemas completos de Hart Craneque hemos traducido por «Las travesías» y no por «Viajes», por parecernos más abierto y evocativo el título, en cuanto hay en las seis partes del poema una velada dimensión erótica (¿un homenaje al marinero Emil Oppfer, el amor no correspondido de su vida?). De alguna manera, el espíritu de Hart Crane estaba poseído por el mar y su carne era la provocación de los marineros. Ésta fue su continua borrachera, su mareo -«el fondo del mar es cruel»-, su ser ido, su paso por México, sus relaciones amorosas, el «Adiós a todos» borda abajo en el mar Caribe; en fin, sus imágenes, metáforas, versos, levantándose igual que una tromba o un revoloteo de cópulas, en las que es posible saber que el mar fue su espejo más fiel, y su voz de albatros en celo. 


Tomás Browne y Rita Drpic




Publicamos a continuación la serie completa de poemas «Las travesías» del libro White Buildingsde Hart Crane, en traducción de Tomás Browne y Rita Drpic.




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[Ir a los poemas en inglés]



Las travesías


I



Sobre los frescos rugidos de la rompiente
los erizos de bandas brillantes se despellejan con la arena. 
Han tramado una conquista de cáscaras de concha,
y sus dedos desmenuzan fragmentos de alga horneada
cavando y esparciendo alegremente.

Y en respuesta a sus agudas interjecciones
el sol da un toque de rayos sobre las olas,
las olas inclinan el trueno sobre la arena;
y si pudieran oírme yo les diría:

Oh, lúcidos niños, jueguen con su perro,
acaricien sus conchas y palos, desteñidos
por el tiempo y los elementos; pero hay una línea
que no debes cruzar ni jamás confiarte más allá de ella,
de los ágiles cordajes de sus cuerpos a caricias
demasiado fieles a los líquenes de un pecho demasiado amplio.
El fondo del mar es cruel.



II



― Y todavía este gran parpadeo de la eternidad,
de inundaciones sin borde, sotaventos desatados,
samita laminada y peregrinada donde
su vasta barriga ondinal se inclina hacia la luna,
riéndose de las envueltas inflexiones de nuestro amor;

toma este mar, cuyo diapasón se doblega
en volutas de frases de un plateado níveo
el terror imperial de cuyas reuniones se desgarra
según se comporte bien o mal,
todo menos las devociones de las manos de los amantes.

Y hacia delante, mientras las campanas frente a San Salvador
saludan los azafranados brillos de estrellas,
en estas praderas de poinsetias[i] de sus mareas, 
adagios de islas, oh, mi Pródiga,
completan las confesiones oscuras que sus venas pronuncian.

Nota cómo sus hombros que giran envuelven las horas,
y se apuran mientras sus míseras palmas ricas
pasan sobrescrito de espuma y ola inclinada,  
se apuran, mientras son verdaderas, ― sueño, muerte, deseo,
se cierran un instante en una flor flotante.

Únenos a tiempo, oh, Estaciones claras, y teme.
Oh, galeones trovadores del fuego del Caribe,
no nos legues a una orilla terrenal hasta que
halle respuesta en la vorágine de nuestra tumba
la amplia mirada de espuma de la foca hacia el paraíso.



III



Arrastra una infinita consanguineidad  
este tierno tema tuyo que la luz
recupera de las llanuras del mar donde el cielo
abandona un pecho que cada ola entroniza;
mientras los encintados pasillos de agua por los que serpenteo
son bañados y salpicados sin ningún golpe
lejos de ti, donde a esta hora
el mar levanta, también, manos relicarias.

Y así, admitidos a través de turgentes portones negros
que de otro modo deben detener toda distancia, 
pasando pilares arremolinados y frontones ágiles,
luchando la luz allá incesantemente con la luz,
¡estrella besando estrella de ola en ola
sobre tu cuerpo oscilante!
                                     Y donde la muerte, si se derrama,
no presume matanza, sino este único cambio, 
sobre el empinado piso lanzado de alba a alba
la transmembrada sedosa habilidad de la canción;

permíteme travesía, amar, en tus manos …



IV



Cuya sonrisa contada de horas y días, supongo
que la conozco como el espectro del mar y prometo
vastamente ahora despidiendo golfo sobre golfo de alas
cuyo puente de círculos, lo sé, (desde las palmas a la severa 
y helada inmutabilidad blanca de los albatros)
no hay corriente de mayor amor avanzando ahora,
cantando, que esta mortalidad única
fluyendo en la arcilla inmortalmente hacia ti.

Toda la fragancia irrefragablemente, y claman
locamente encontrarse lógicamente en esta hora
y la región que es nuestra para entrelazar de nuevo,
ojos y labios que presagian y haciendo contar
el puerto del presbiterio y la porción de nuestro junio 

¿No se detendrán y cocerán en nuestros propios pasos
brillantes estrofas de flores y plumas hoy día como yo
debo primero perderme en mareas fatales para contarlo?

En firma de la palabra encarnada
los hombros de la bahía resignándose a mezclar
la sangre mutua, transpirando como ha previsto
y ampliando el medio día dentro de tu pecho para juntar
todas las insinuaciones brillantes que mis años han cogido
por islas donde debe llevar inviolablemente
latitudes y niveles azules de tus ojos, 

en esto expectante, todavía exclamo recibir
el remo secreto y pétalos de todo amor.



V



Meticuloso, pasada la medianoche en rima clara,
inquebrantable y solitario, suave como 
fundido en una despiadada hoja blanca 
los estuarios de la bahía salpican los duros límites del cielo.

― ¡Como si fuera demasiado frágil o claro para tocarlo!
Los cables de nuestro sueño tan rápidamente alineados,
ya cuelgan, extremos despedazados de recordadas estrellas.
Una sonrisa helada sin huella … ¿Qué palabras
pueden estrangular esta sorda luz de luna? Porque nosotros

estamos sobrepasados. Ahora no hay grito, ni espada
que puedan apretar o soltar esta cuña de marea,
lenta tiranía de la luz de la luna, luz de luna amada
y cambiada … «Nada hay

como esto en el mundo», dices tú,
sabiendo que no puedo tocar tu mano y mirar
también, en esa impía hendidura del cielo
donde nada torna sino brillantes arenas muertas.

« ¡Y nunca para comprender cabalmente!» No,
no soñé en toda la nave de tu brillante pelo 
nada tan sin bandera como esta piratería.

                                            Pero ahora
retira tu cabeza, solo y demasiado alto aquí.
Tus ojos ya en el sesgo de la flotante espuma;
tu hálito sellado por los fantasmas que no conozco:
retira tu cabeza y duerme el largo camino a casa.



VI



Donde se alzan helados y brillantes calabozos
de nadadores sus perdidos ojos matutinos
y los ríos oceánicos, agitados, desvían
los bordes verdes bajo cielos extraños,

constante como una concha secreta
sus azotadas leguas de monotonía,
o tantas aguas abaten la roja contraquilla
del sol pasada la piedra húmeda del cabo;

oh, ríos mezclándose hacia el cielo
y bahía del pecho de Fénix 
mis ojos ennegrecidos contra la proa,
― tu negligente y enceguecido huésped

esperando, ardiendo, qué nombre, tácito,
no puedo reclamar: deja que tus olas se encabriten
más salvaje que la muerte de los reyes
alguna despedazada guirnalda para el vidente.

Más allá de la cosecha del siroco
los truenos del solsticio, arrastrándose
como un acantilado balanceándose o una vela
lanzada en el día más recóndito de abril  

la palabra alegre, apetalada, de la creación
a la diosa holgazana cuando se levantó
concediendo diálogo con ojos
que sonríen al reposo que no puede buscarse 

todavía un pacto ferviente, Bella Isla,
― desdobló los tablados flotantes ante
los cuales los arco iris ondulan un cabello continuo 
Bella Isla, ¡blanco eco del remo!

La Palabra imaginada es la que sostiene
los callados sauces anclados en su brillo.
Es la respuesta que no puede traicionarse
cuyo acento ningún adiós puede conocer.







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TOMÁS BROWNE (1982), ha traducido la poesía de E.E.Cummings, Poemas (Chancacazo Publicaciones, 2015). Es autor de los libros de poesía Trazar con voz (Foro de Escritores, 2004), Excursión a los sucesos (Editorial Luciérnaga, 2008), Revelaciones de un cuidador de inicios (Premio de poesía latinoamericana transgresora, México, Verso Destierro, 2012) y Las semillas de Urano (Editorial Comba, 2014). En la actualidad, trabaja en la traducción de The Complete Poems de Hart Crane.   
  
RITA DRPIC (1932) es pedagoga en inglés y traductora. Ha estado becada en los Estados Unidos y vive en Punta Arenas, Chile.





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[i] La Poinsettia (Euphorbia pulcherrima), también llamada corona del inca o flor de Pascua, es una planta originaria de la zona tropical de México. Hart Crane residió en este país, donde se acuñó el término «poinsetismo», en referencia al botánico y embajador de los Estados Unidos Joel Robert Poinsett, para aludir a la interferencia extranjera en los asuntos internos de un país.  




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