miércoles, 1 de mayo de 2019

Aurelio Major / Pródromo








© Nina Subin                                                                              Aurelio Major 









Me gusta que me sorprenda con lo no previsible, que su sabiduría y su humor, no inocente, ofrezca y quite perspectivas, que tras las puertas que abrimos no atropelle lo obvio. El lector deberá estar a la altura y cumplir su parte, exigir lo que Major está raramente capacitado para lograr: operar oportunos, intencionados cambios en los lugares comunes que obligarán a su lector a detenerse a saborearlos. Un buen lector agra­decerá que se cuente con su inteligencia, que se lo quiera de partida. ¿De cuál? De los que sospechan que la poesía puede no ser un infinito monótono y parecido a sí mismo.

Ida Vitale



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Deturpado



                                           no soy aquesto, ni aquello,
                                           ni estotro, ni todo junto.

                                                                     Silvestre



Tú y es nosotros, legión,
somos tal
por cual fuimos
ni fu ni fa,
era ése, no que fija o lo fijado,
lo que corta, lo difuso quien dijo digo, dice cuál
onomatopeya o exabrupto.

Nunca supe nada, ni qué preguntar ni
qué actuar, ni los hechos
consumidos, alelado, alusivo.
Nunca me enteré de nada, ensimismado,
remedando los remiendos que no atinó yo, ni mí,
ni cuenta o cómo, qué era esto
que tampoco sé escribir.
Nunca conocí nada, distraído,
esa cara o la tuya fuera quien fueras
lo del goce o lo del gozne,
arrebato,
de hito en hito, de hato en hato
me prestaría al error o al vagar que dijo ayer:
¿quién es aquí?

Perdido sin seso, soso sin camino, huero,
cáscara u hollejo, casi ciego en el borrón
y cuánta nueva y sin pecado concebida:
qué pureza la imagen única, inconsútil y exornada
en este río de carcajadas que desemboca
a tumbo abierto hasta aquí:
es apenas un apaño, la gasa allí puesta,
ni empieza ni se acaba el bisbiseo, el anacoluto,
el balbuceo.

Novenario,
mirando las grietas de la cala.
Yo allá, tú aquí, ¿quién habla?





Ilapso


[fragmento]


                                  Los más destos están arrinconados,
                                  en lugares humildes diferentes
                                  sin tener en la tierra más que el cielo

                                                                           Terrazas


                                              all we nOw
                                                        kNow for sure is
                                                the deAd
                                                   are iN the minority
                           they are outnumbereD by us who are living

                                                                                 Cage



En piedra dura de liadas culebras
tersas teselas rotan en los vórtices
de taracea bajo la nave y su mandala.
La planta en el solado
arrastra la arenilla al ambulacro
en su oculto periodo, lentamente,
que la hilacha da vuelo al caduceo,
y abajo en un rincón casi en penumbra
donde el fanal erizado propaga
un adianto adherido al muro,
rayano al de los amplios prados,
en la girante lápida escupimos signos y cerezas.

A dónde voy, por dónde vengo
regresivo, repite un averso estrellero
con señas amañadas de hechizados furtivos,
pero es que cómo, pero es que ya, pero es que qué
del clemente cubil la coceada fontanela,
de este pozo sin suelo de ecolalias y luz.

Unos decían que
todo está lleno de días,
todo está lleno de dioses,
y todo el cielo está lleno
y es radiante en su obsidiana.

De esa penitente no seremos calavera
de mil albores entre los paños que me entiendo:
¿estará en su nervadura el huésped que aposenta
si se fue repentino
peldaños más abajo
con el forastero cinabrio?
No ha podido salir revoloteando,
de pronto, a no sé dónde:
silencios aleatorios de su traza,
pues cuando vuelan más, menos se alcanzan.

Y redundan paseantes en la acera
las citas: el sistema ha declarao la guerra
a mi cerebro, tú eras el tornillo
que le faltaba a mi cabeza, nunca
sería capaz de entender tu mente,
suelo soñar que vuela por los aires:
es mi canción es tu sanción
es mi fruición la pira.
En la calle no calla,
rezonga en cristal líquido
la muchedumbre de saliva
que volverá a verter todo eso
al fin de las plumosas o engelantes caudas.

Las pozas son de emanaderos turbios
ante el retozo retenido en crines
de bronce y carpas refractadas
siempre mudas que no asiremos.
Jamás hubo claridad: polvo
en la superficie, cuerpos flotantes,
acúfenos en la amonita
y ondulaciones de las mientes.

No desciende cabizbaja a risotearse
la efigie del retuerto
en relieve de maromas o aleteo,
como llevar agua al río,
a tu sonrisa que rebusco
en mis empeños, impetrando
tu solaz de luz, desfogando
mi denuedo y el mazo repartiendo
me vuelvo sin perderte de rabillo,
sin ganar con envites mis desvelos
no alcanzo a eludir el temor de tus astucias
que pirexias prenden en duermevelas y reflejos.

Ampáranos de la acedia cenicienta,
de aquella hez plomiza de los hechos,
perdona la demora en disponer
el aserrín de las alfombras,
el pulso y el resuello son pequeños
y estrechos y escondidos,
y cuando cae la penumbra
la procesión ulula,
las rachas rasgan tilma
y ya toca una limpia de ladridos, humos y pirul.

Fui pues a escrutarte los vidrios en la balsa,
y bisbiseaste que pasara por las picas,
que no queda más nada de sentir:
y en el fondo me vi mirarte
embeleñado de apostema
que no se ciñe o cierra,
el espinazo que no deja
con tu cordita de vaciarse
escaldado, y quedo en el cuarto
menguante o cibernético.
Pero estuviste así, diez mil ocelos
alados, y aquí mismo,
trabucada hasta la memoria,
estás en este muro y no te leo,
mas cuando no te busco hete aquí luego,
imágenes urentes que de nuevo llamas.

Y por aquellas ramas nos fuimos andando
en las frondas, sintonizando la caleida armónica.
Y altos fueron los lentos estratos del agua,
disipándose lo que tanto nos importa:





Glosa de Palacio



Ya de mi ardor la ceniza sincera
resoplo terco por tus celosías:
por todo premio de las ansias mías
la tralla, de las preces compañera.

Su lumbre lame, dueña placentera
que refocílase en iguales días
y alegra convulsivas alegrías
del talle, el monte, la comarca entera.

Nada más tú mi exaltación conoces,
por más que el alma me flagele ardiente
el débil dorso y den al celo voces

las efusiones, aunque eternamente
al restañarlas asperjan veloces
el azulejo de la exangüe fuente.




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AURELIO MAJOR (1963) es poeta, traductor y editor. Fue director del ala editorial de Vuelta, presidida por Octavio Paz, y de la filial mexicana de Tusquets Editores. Ha sido editor y traductor de los poetas Basil Bunting y George Oppen, entre otros, así como de la obra de Susan Sontag. Prologó y compiló una amplia antología de la obra crítica de Edmund Wilson, otra de los ensayos de Eliot Weinberger y en 2013 en Estados Unidos una selección de la literatura española actual. Hace tres lustros fundó en Barcelona con Valerie Miles la edición española de la revista Granta. Fue comisario en 2014 de las conmemoraciones en España del centenario del nacimiento Octavio Paz, y del cual editó el inédito De una palabra a la otra. En 2017 se publicó su edición del Viaje a la revolución de Bertrand Russell y de la Poesía reunida de Ida Vitale. Su reciente poemario, publicado en Libros de la Resistencia, en España, se titula Pródromo.













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