Tònia Passola / Salto al espejo
Tònia Passola |
En Tònia Passola, lo poético impregna lo vital y lo vital impregna lo poético, al punto de no poder separar una cosa de la otra. La manera en que vida y escritura van juntas, produce un efecto característico en su voz. Concha García, en su epílogo a la antología bilingüe catalán-español que ha publicado recientemente la editorial El bardo, con el título de Salto al espejo, se refiere a ello de la siguiente forma: «Sus poemas en versión original tienen un ritmo oral, producen la sensación de un canto, es una poesía de registros orales, corporales, de movimientos lingüísticos entre clásicos e innovadores».
Este rasgo se corresponde con la forma en la que se comporta el yo poético. No es un yo que moldea el objeto, si no un yo que recibe, padece, convoca, acompaña, da espacio, vibra con todo lo que acontece. Acto enraizado en la corporalidad propia y de lo ajeno, que potencia los sentidos, pudiendo decir, en este caso, que el yo poético no es un yo ausente, suspendido o escindido, ni es la suya una poesía predominantemente intelectual. Y, en cambio, es una poesía que aspira a conocer.
Saltar al otro lado del espejo significa trascender un espacio cerrado de intimidad. Es la invitación a compartir la experiencia de un viaje. Al mismo tiempo, mirar un espejo, inquieta. Augura un espacio velado. En uno de los poemas, Tònia Passola, emula el salto de Alicia. Salto que nos da acceso a lo posible aún no realizado, a una realidad poliédrica más allá de los límites de la Razón, en la que precisaremos de aquella otra razón que utiliza el lenguaje metafórico como instrumento de conocimiento, la razón poética de la que nos hablaba María Zambrano.
La autora abre el libro con una cita de María Wine, que dice: «Sé / de un poema no escrito que añora su primera palabra / de un poema que añora su poeta». Me pregunto: ¿La que escribe sabe ya en su fuero interno el poema?, ¿busca el poema una voz que lo exprese?, ¿quién hace a quién?
Escribir, entonces, se asemejaría a ese movimiento natural del naranjo hacia su fruto, recordando la imagen de un poema de Blai Bonet: «sempre hi ha un brot de taronger / que va, en silenci, cap a la taronja». La poeta buscaría ese poema que ya sabe y que a través del contacto con el mundo encuentra su forma. No es, el poema, una construcción elaborada desde la obsesión por descubrir una idea y la palabra distinta y perfecta, actividad en la que habría una distancia mayor entre la autora y su obra, sino la experiencia del decir y del decirse, ser tierra que se abre para que el agua mane. Hay, incluso, creo, la preocupación por mantener la forma en que el poema se presenta. Como una especie de lealtad.
En este sentido, podemos ver un gran número de poemas en que mantiene juegos de palabras, rimas, vaivenes, que muchos autores en la actualidad eliminan en un ejercicio de depuración y que en ella forman parte del significado, del trato con la materialidad de la vivencia que ha motivado el poema. El ritmo oral, la sensación de canto, de movimiento que destaca en su epílogo, Concha García.
Ese movimiento que percibimos en su poesía conecta con su pasión por los viajes. Nuestra percepción se acentúa cuando viajamos.
Rodolfo Häsler decía en la presentación de su Cuaderno de Beirut, que cuando uno viaja, hace un esfuerzo por comprender. Se sabe ante lo nuevo. Pero esa sensación puede llegar a darse incluso cuando inusualmente hacemos de turistas por nuestra propia ciudad, o cuando cambiamos de perspectiva al observar un entorno conocido. El viajero se abre para que la vibración lo atraviese. Se trata de sentir el pulso, el latido de lo que nos rodea y vibrar con ello. Esa forma de viajar o esa forma de experimentar está en la base de la poesía de Tònia Passola. Tanto el viaje como la escritura, entonces, producen un efecto catártico, una especie de transformación. El viajero está en comunión con el paisaje, como nos dice Tònia Passola en su poema «Montsegur», «hasta ser una parte más de la montaña».
Para que el movimiento y la transformación sea constante, tiene que haber una fuerza motriz. En la poesía de Tònia Passola el deseo impregna la mayor parte de sus poemas, si bien, en algunos se habla explícitamente de éste como generador. Deseo que guía la mirada, el corazón, la acción, hace renacer en el dolor, impulsa la semilla. Está, aunque no lo percibas.
El deseo está en el núcleo de la idea griega de la dinamis, intercambio continuo entre los cuatro elementos, existencia de fuerzas que unen o separan, contracción de una deuda y restablecimiento de la justicia, que explicarían los ciclos en la naturaleza. La palabra dinamis enlaza con pneuma, aliento, energía, potencia, y podríamos añadir, dando un salto en el tiempo, por analogía, posibilidad. Nos habla pues, de una naturaleza impura, que contiene lo uno y lo otro, todo y su opuesto. Si queremos vivir con los ojos abiertos, tendremos que aceptar aquello que juzgamos bueno y malo, como fundamentos ontológicos de la realidad. También lo impuro se integra y se transforma, participa en la construcción de nuestro hábitat, sutura las grietas, cobija.
De esa aceptación, brota el agradecimiento, «por la luz que esculpió unos ojos, / y por los ojos que esculpieron la luz», nos dice en otro de sus poemas.
Porque, al igual que el sonido, la luz está presente en la poesía de Tònia Passola como elemento primordial. Una luz que pocas veces es clara, diáfana, solar, sino matizada, de aurora o crepúsculo. En este sentido, es muy interesante la serie de siete poemas titulados «Alba de noche», en la que se barajan elementos de la mística de la luz, luz fronteriza entre el día y la noche. Serie que empezó con un poema escrito para unos Juegos Florales y que conecta con el momento en que las lenguas occitana y catalana estaban muy próximas, su posterior evolución, la herencia compartida, canto vecino del musulmán y del judío, dice.
El sustrato que arrastra una lengua, el poder telúrico de la palabra que nace del silencio, y la necesidad del lenguaje poético para comprender la complejidad del ser humano integrado en el universo, se aúnan en el poema. El poema rescata intensidades, tiempo que se singulariza, cuenco colmado, instante sempiterno. De los días indiferenciados, del bosque de palabras surge algo con sentido. La paradoja de un grito que florece.
Susana González Turigas
Recogemos cinco poemas del libro Salto al espejo (El Bardo, 2021). Los poemas aparecen en versión bilingüe.
Si hago de Alicia
Si hago de Alicia y salto al espejo
para jugar gozosamente con imágenes,
que me sorprenden con lenguajes
de un atuendo agreste, bello, sencillo.
Si la palabra se cimbrea junto al jacinto
en el delirio del peregrinar
para unirse a los cardos más valientes, salvajes,
y adquirir la personalidad de cada hijo.
Si una vez fuera, dentro de los coches de choque,
y a pesar de no gustarme las estratagemas,
aunque los esquive, me dé de bruces con los problemas.
que aparte lejos la prisión de los esquemas:
hay que proteger el alma del poema.
Si faig d'Alícia
Si faig d’Alícia i salto a l’espill
per jugar plaentment amb les imatges,
les que em sorprenen amb els seus llenguatges
d’abillament rude, fi, ric, senzill.
Si la paraula es vincla amb el jonquill
en el deliri dels pelegrinatges
per unir-se als cards més valents, salvatges,
i esdevenir el tret de cada fill.
Si un cop a fora, dins autos de xoc,
malgrat no em plaguin els estratagemes,
esquivi, topi al morro dels problemes.
Deixeu-me que em defensi en aquest joc
que aparti lluny la presó dels esquemes:
cal protegir l’ànima del poema.
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Montsegur
El atardecer pronto cerrará el castillo.
Rápidamente subimos a Montsegur,
hasta la sangre arcillosa de los muros,
hasta ser una parte más de la montaña.
Por el cielo abarrotado de resistencia,
las nubes corren veloces sobre nuestras frentes.
Y se van como las luchas inútiles,
como tantas útiles, sean o no justas.
Y se van con el duelo llameante
a la hoguera de sus sentimientos,
firmes en su fuerte debilidad, a pesar de ser
un canto derribado, el aliento vencido.
Montsegur
El capvespre aviat clourà el castell.
Ràpidament pugem a Montsegur,
fins a la sang argilosa dels murs,
fins a ser una part més de la muntanya.
Pel cel atapeït de resistència,
els núvols corren curses damunt nostre.
També se’n van com les lluites inútils,
com tantes d’útils, siguin o no justes.
També se’n van amb el dol flamejant
en la foguera dels seus sentiments,
ferms en la forta feblesa, tot i el
cant esfondrat, el seu alè vençut.
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Excrementos
que se han cocido entre las ramas del sol
y los coloca sobre la pared enferma,
como la mujer masai llena sus manos
de estiércol y entre el zumbido azul
lo amasa hasta cubrir su cabaña,
los excrementos del espíritu
pueden también utilizarse
para elevar el poema
con la palabra.
Excrements
Com la nena índia agafa excrements
que s’han cuit entre les branques del sol
i els va encastant a la paret malalta,
com la dona massai s’omple les mans
de fems i enmig de la blavor brunzent
els pasta fins a cobrir la cabana,
els excrements de l’esperit
poden ser també aprofitats
per enlairar el poema
amb la paraula.
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V
Amanecer de la Noche, la del jardín verbal
en donde germinó el trovar herido y grave
del Consistorio de Tolosa, dolor
que se llevó un habla ya próxima al olvido.
Noche dentro de la Noche donde brotaba
un caudal de canciones, nacimiento
de un universo en tierra bautismal,
canto vecino del musulmán y del judío
Y el largo hilo de la luz enreda su
ovillo y desovilla en el escenario,
eco de voces sin norte.
No saber en el saber es una leve llama,
las cenizas sensuales de un calendario,
quizás sean un perdido, hallado, recuerdo.
V
Alba de Nit, la del jardí verbal
on rebrotà el trobar ferit i greu
del Consistori de Tolosa, mal
que s’endugué un parlar ja tot adéu.
Nit dins la Nit, d’on brollava el cabal
resplendent de cançons, so de la deu
d’un univers en terra baptismal,
cant frec a frec del muslim i el jueu.
I el llarg fil de la llum embulla al seu
cabdell i descabdella a l’escenari
l’eco de les veus fetes sense nord.
No saber en el saber és flama lleu.
Les cendres sensuals del calendari
potser seran perdut, trobat, record.
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Poema
Los momentos vuelven de la mano de los días
como el poema surge del bosque de las palabras.
Su savia inyecta un luminoso verdor,
raíz que prende y se hace eco, semilla.
Muy adentro se engendra el grito,
quiere florecer y, con la voz, florece.
Poema
Els moments tornen de la mà dels dies
com el poema surt del bosc de les paraules.
La seva saba injecta lluminosa verdor,
rel del deixar-se endur, eco de les llavors.
Ben endins es mou el crit,
que amb la veu vol florir.