Kavafis / Joan R. Lladós
Tal vez algún día aparezcan nuevos poemas de Kavafis. No sería de extrañar. En parte por la división de su legado y por las restricciones en el acceso al mismo, como refiere Eusebi Ayensa en un impagable trabajo1, nacido de innumerables horas de estudio de los manuscritos originales. Así se ha mantenido desconocida e inédita una parte importante tanto de su propia obra (en verso y en prosa) como de sus traducciones. También por la forma en que se dieron a conocer sus versos. Nunca respondió con claridad a las proposiciones de reunir sus poemas en un volumen, ni siquiera aquellos escritos en inglés (tuvo nacionalidad inglesa hasta los veintidós años). Tanto es así que su primer libro propiamente dicho se publicó a los dos años de su muerte.
Habitualmente escribía sus poemas en feuilles volantes que regalaba a los amigos. En alguna ocasión editó a expensas propias una especie de cuadernillo. Escribía notas, con abreviaturas, muchas veces taquigráficas, en los soportes que tenía a mano como el papel del paquete de tabaco o en el reverso de documentos (facturas, recibos…) de la empresa en la que trabajó (Departamento de Aguas del Ministerio Egipcio de Obras Públicas) hasta jubilarse y de la que tanto se quejaba: «Cuántas veces, en mi trabajo, me viene una idea hermosa, una rara imagen como versos acabados y me veo obligado a descuidarlos, porque el deber no espera». Y también cuando dice «y me he convertido en funcionario del Gobierno (qué ridículo) y gasto y pierdo tantas horas preciosas al día (a las que hay que añadir también las horas de cansancio y de desgana que las suceden)». Por fin, al lado de la ventana abierta, descansa y recuerda, desea…
Al lado de la ventana abierta
En una noche apacible de otoño,
al lado de la ventana abierta,
durante horas enteras, por fin,
con placer me siento tranquilamente.
De las hojas cae una lluvia sutil.
El suspiro del mundo efímero
en mi ser efímero resuena,
pero es un suspiro dulce, se eleva como un deseo.
Abre la ventana mía un mundo
desconocido. Recuerdos fragantes
como un manantial inefable se ofrecen.
Sobre mi ventana unas alas
golpean –frescos espíritus otoñales
irrumpen y me rodean
y en su lengua pura me hablan.
Siento indecibles y holgadas
esperanzas; y en el venerable silencio
de la creación, mis oídos escuchan melodías,
oyen la cristalina, mística
música de la danza de los astros.
al lado de la ventana abierta,
durante horas enteras, por fin,
con placer me siento tranquilamente.
De las hojas cae una lluvia sutil.
El suspiro del mundo efímero
en mi ser efímero resuena,
pero es un suspiro dulce, se eleva como un deseo.
Abre la ventana mía un mundo
desconocido. Recuerdos fragantes
como un manantial inefable se ofrecen.
Sobre mi ventana unas alas
golpean –frescos espíritus otoñales
irrumpen y me rodean
y en su lengua pura me hablan.
Siento indecibles y holgadas
esperanzas; y en el venerable silencio
de la creación, mis oídos escuchan melodías,
oyen la cristalina, mística
música de la danza de los astros.
(1896)
Publicó poemas y artículos en diferentes revistas literarias tanto de su amada Alejandría como de Atenas y Constantinopla, ciudades que conocería en sus escasos viajes. Los diarios e impresiones —algunos inéditos hasta la fecha— de sus viajes, que le llevaron a Atenas, Constantinopla y a la localidad egipcia de Kafr Al-Zaiat, así como los poemas escritos durante los mismos, han sido recogidos en el libro, Viatges i poemes2. También publicó poemas en alguna revista chipriota y de Esmirna. La obra de Kavafis, además de dispersa, es una obra breve que supera apenas los ciento cincuenta poemas, al menos por lo que sabemos hasta ahora. Su aparición en el panorama de las letras griegas marcó una nueva época: en aquellos momentos la poesía griega se debatía entre una lengua culta que nadie hablaba desde hacía mil años (kazarévusa) y la lengua real utilizada por el pueblo (dimotikí). El liderazgo indiscutible de Palamás, con quien existió siempre una mutua incomprensión, no dejaba resquicios.
Kavafis, sin embargo, provoca un vuelco importante de los valores poéticos tradicionales imperantes en el panorama literario de Atenas, pero su salida del anonimato, su magisterio y el reconocimiento público no se producirán hasta 1909-1910. Desde su Alejandría natal, mantuvo un escaso interés por los demás, y permaneció encerrado en su propio mundo en el que rendía un culto especial a su voz interior, surgida de las profundidades del recuerdo: «los acontecimientos vivos no me inspiran inmediatamente. Es preciso primero que pase el tiempo». Un recuerdo invocado una y otra vez hasta convertirse en una mera evocación en la que revivir, en una especie de ensueño, esos únicos instantes de alegría y de placer, de plenitud. Kavafis se siente atrapado en una vida monótona («A un día monótono otro día / monótono idéntico le sucede.») y recurre al recuerdo como un método de evasión de su vida real de oficinista inerte. Una pura ilusión para evadirse de ese encierro físico y moral de sí mismo («mis recuerdos, los simulacros del placer»).
Confusión
Está mi alma inmersa en la noche
confundida y paralizada. Fuera,
fuera de ella transcurre su vida.
Y espera un alba inverosímil.
Y espero, me consumo y me fastidio
también yo dentro de ella y junto a ella.
(1896)
confundida y paralizada. Fuera,
fuera de ella transcurre su vida.
Y espera un alba inverosímil.
Y espero, me consumo y me fastidio
también yo dentro de ella y junto a ella.
(1896)
El aparente lirismo que se desprende es totalmente nuevo en la poesía griega. Su lucidez, sin embargo, recrea sus vivencias y opiniones en personajes históricos, no ya del período clásico, sino de la época helenística y, sobre todo, de ese «tiempo» tan denostado que es la época bizantina. La referencia de sus fracasos personales a una época histórica poco gloriosa, por no decir decadente, acentúa la escuálida imagen de un mundo, ya insalvable, que se derrumba. Su refugio evocativo de situaciones reales vividas o imaginadas («Hacia los goces que mitad reales, / mitad ingeniados en mi mente eran») y su transposición a personajes históricos (ficticios en muchos casos) ponen de manifiesto una personalidad muy peculiar. Su aislamiento narcisista resulta más interesante desde el punto de vista poético que desde un análisis psicoanalítico («deseo antes contemplar que expresarme»). ¿Por qué? Por su resultado. La reiterada evocación de ciertos recuerdos, ese revivir el pasado una y otra vez, con el inexorable paso del tiempo, le conducen a la soledad y a la nostalgia. También a la revisión continuada de los textos, durante años («mi trabajo lo cuido y lo amo»).
Ello explica la escasez de poemas, pero también su estilo puro y delicado, que cristaliza en la combinación de vocablos descarnados junto a otros de carácter genérico, en un discurso casi coloquial en el que se mezclan intrincadamente las dos lenguas griegas. Aunque refiriéndose a la poesía de Stratiyís, Kavafis afirma: «No oculto que soy partidario de la lengua culta, pero creo que cuando se le da un uso con tanta gracia y perfección, incluso los críticos más severos se dejan convencer…». Muchos de sus poemas, escritos inicialmente en la lengua culta, fueron adoptando una cierta ruptura formal capaz de obtener matices más expresivos con un mínimo de recursos. Por desgracia, esta intrincada delicadeza se pierde con la traducción.
El lirismo de la poesía de Kavafis, presente en su superficie, deja entrever en sus profundidades una verdadera denuncia de una época que, tras el derrumbe de una sociedad periclitada, no acaba de entrever todavía nuevas luces que proyecten una sombra nítida. «Es difícil recordar…».
- K. P. Kavafis. Reflexions i poemes d’un jove artista, Ed. Cal·lígraf, 2020.
- K. P. Kavafis. Viatges i poemes, (L’Art de la Memòria Edicions, 2019, traducción de Eusebi Ayensa)
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KONSTANTINOS KAVAFIS (Alejandría 1863-1933) escribió 154 poemas y decenas de bocetos y dejó una serie de piezas inacabadas. Su primer libro de poemas se publicó en 1935, dos años después de su muerte. Escribió sobre su vida: «Soy de Constantinopla, pero nací en Alejandría, en una casa en la calle Sherif. Cuando era muy joven me fui y pasé gran parte de mi infancia en Inglaterra. Visité este país después de mucho tiempo, pero me quedé un rato. Yo también viví en Francia. En mi adolescencia viví durante más de dos años en Constantinopla. No había visitado Grecia durante muchos años. Mi último trabajo fue como empleado de una oficina gubernamental del Ministerio de Obras Públicas de Egipto. Hablo inglés, francés y un poco de italiano».
JOAN RAMON LLADÓS I TIRADO (Barcelona, 1954). Farmacéutico, licenciado por la Universidad de Barcelona (1978), divulgador y traductor de temas científicos, publicados en infinidad de artículos. Desde sus años de formación, en el Liceo Scientifico Italiano di Barcelona, su afición por la poesía lo ha llevado a traducir a poetas como Ungaretti y Salvatore Toma. Galàxies interiors (La puça del petroli, 2018) es su primer libro de poesía publicado.
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