Corina Oproae / Desde dónde amar
© Daniel Mordzinski Corina Oproae |
Desde dónde amar traspasa el umbral y se adentra en territorios ignotos, pero que es necesario tener el coraje de reconocer, aunque sea solo palpando a ciegas. El viaje adquiere tintes metafísicos, cargas de profundidad. La de Oproae es una poesía de exploración del sufrimiento, de interpelación de la contrariedad que implica el ser-en-el-tiempo, de no aceptación del vivir resignado de una especie en constante desesperanza. Unos gritan exasperados, otros se destruyen cínicamente, y en su debacle, no tienen escrúpulos si arrastran hacia el precipicio al resto de la humanidad; los de más allá se funden en su melancolía oscura y convocan la nada de su tristeza cotidiana, hasta el suicidio. Y en medio de este paisaje devastador y apocalíptico, se mantienen, indemnes, dignas, potentes, con la sola fuerza de la palabra poética, voces como la que ha inspirado este escrito: la de Corina Oproae, por ejemplo.
Recogemos cinco poemas del libro Desde dónde amar (Pre-textos, 2021).
Hay ciervos en mi sueño
sus ojos
guardianes del miedo
rastrean los bosques extraviados
dentro de mis pupilas
hablan
todas las lenguas
que alguna vez he sabido
y yo los entiendo
y me regocijo
cuando el caos se me hace cosmos
desde dónde amar
desde un lugar de aire y luz
que sólo existe en la memoria
desde una infancia imaginada
que palpita dentro de este sueño
como el movimiento inalcanzable de una estrella
las palabras
duermen en mi garganta
un sueño superfluo
desde dónde escribir
desde aquel verso incierto
que al leer dejé de serme ajena
desde antes de cualquier comienzo
sin comienzo
porque jamás tuve un primer amor
porque jamás escribí un primer verso
Podría estar
en ese otro lugar
pero estoy aquí
aunque el recuerdo
derrita la plata candente
del collar que se va estrechando
alrededor de mi cuello
el trigo germina
bajo las nieves
ese otro lugar
se halla siempre en el territorio de la posibilidad
el del ciervo que se detiene
el de la flor que irrumpe anhelante
en aquella primavera intermitente
que sin saber heredamos
la posibilidad
ya no se materializa
no estoy en ese lugar
está el camino de mis células
que todavía lo recuerda
el tacto que se confunde que se equivoca
el olfato
que derriba el muro de la distancia
el gusto
que persigue la magdalena de Proust
sólo porque conoce esa historia
ya no está la necesidad
de que se materialice
está la literatura
como citoplasma
no como segunda piel
sino como información genética
que es ese otro lugar
y este
los dos
a la vez
leyendo a Cecília Meireles
Una niña flota hermosa en el agua de mi pensamiento
que discurre fragmentado
en silencio
su belleza me atraviesa como una espada
su belleza no está en el ojo que mira
está encerrada en sí misma es altiva e indiferente
no puedo escapar
su mirada hipnótica
me atrapa y me culpa
una niña flota hermosa entre la muerte y la vida
no hay ninguna rama de sauce rota
hay sólo el engaño en la esperanza
esta armonía tan simple que repele el grito
que aniquila el instinto
finjo que entiendo la muerte
finjo que estoy a salvo
una cortina transparente me aísla
la niña la traspasa lentamente
se levanta de su lecho y baila
ahí donde acaba el sufrimiento comienza otra cosa
que no tiene nombre
una danza efímera como una flor
se abre en mi ojo
es demasiado tarde pedir que esta muerte
no se me haga poema
ya sé que sólo se está a salvo en la palabra
Escribo madre escribo padre
escribo noche escribo silencio
melodía aguada que penetra mis células
y conjura las nieves
frío instantáneo royendo el hueso
de un pasado que no cambia
la picadura de una abeja en la nuca
el balancín de madera en el pie
la falta de aire
la alegría como disfraz
son fieles descripciones
de la ausencia
no estoy atravesando la noche
no es mi prisión el silencio
escribo madre
escribo padre
hoy cuando lo único que soy
es noche y es silencio
No es ni helecho ni zarzamora
la muerte
elijo la vida lenta
esta vez
el sosegado envejecer del árbol
que tengo delante
y que ahora me sostiene
el camino infinito
hacia el mar que vi por primera vez
aquellas montañas gigantes desplomadas
en un cambio de estado de inmensidad
y el lento sumergir de mi ser
en un coro antiguo de aguas
lágrimas
que se mezclan con la sal
y se vuelven plegarias
reminiscentes caricias de la diosa petrificada
dentro de mi primer sueño
elijo la vida lenta
esta vez
ignorar que el árbol siempre reverdece
soñar dentro de este mismo sueño
rezar en octosílabos que encierran el sentido último del mundo
y curan para siempre todas las heridas
olvidar a la madre
olvidar al padre
mas sin ser huérfana
sentirme hija madre diosa hermana hada bruja
más allá de la vida
más allá de la muerte
que no es ni helecho ni zarzamora
sino oscuridad y caverna
círculo y esfera
de nuevo y siempre
fulgor destello luz
CORINA OPROAE (Făgăraș, Rumanía) escribe en español y en catalán, traduce poesía del rumano y del inglés. En español ha publicado los libros Mil y una muertes (2016), Intermitencias (2018), y Desde dónde amar (2021). En catalán ha escrito La mà que tremola (2021), un libro de reflexión poética sobre el hecho de escribir en una lengua que no es la lengua materna. Su poesía ha sido incluida en diversas antologías. Es autora y traductora de la antología de poesía catalana actual publicada en Colombia, La hora indefensa (2021). Ha traducido al catalán y al castellano autores como Marin Sorescu (premio Cavall Verd Rafel Jaume de Traducción Poética, 2014, premio Marin Sorescu, Craiova, Rumanía, 2015) Lucian Blaga, Gellu Naum, Ana Blandiana (premio Jordi Domènech de Traducción de Poesía, 2015), Dinu Flamand, Ioan Es. Pop, Angela Marinescu o Mary Oliver.