jueves, 20 de octubre de 2022

Nuno Júdice / Cómo se hace el poema



Traducción de Lauren Mendinueta





Nuno Júdice
































Desde la publicación La noción de poema (1972), Júdice ha desarrollado en su poesía un conjunto de líneas temáticas principales entre las que sobresalen la escritura de poemas sobre el poema, el amor, la mujer amada, las metáforas del campo y sus trabajos aplicados a la creación del poema y ciertos recuerdos de las épocas más tempranas de su vida. Estos temas forman en su conjunto un auténtico retrato de la sociedad portuguesa, a caballo entre el siglo xx y el xxi. La pregunta principal de su poesía sería esta: ¿qué es el poema?, entendiendo el poema como un objeto vivo que perdura en la mente del lector. «La poesía que muere una vez leída, esa poesía seca, formal, que es un objeto interesante, pero no pasa de eso, no me interesa», ha declarado en varias ocasiones. «El poema tiene que dirigirse al lector como algo esencial y transformarlo, hacerle ver las cosas de otra forma», agrega Júdice.
Lauren Mendinueta






Publicamos a continuación una selección de cinco poemas sobre qué es y cómo se hace un poema del libro Cómo se hace el poema de Nuno Júdiceen versión de Lauren Mendinueta (Animal Sospechoso, 2022, Barcelona). Los poemas originales en portugués aparecen al final de la entrada.

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Nueva teoría de la literatura


¿Qué es la literatura? No es apenas esa vibración 

que veo en tus ojos y me obliga a describir 

las oscilaciones de su color en un instante, entre la mañana 

y la tarde, cuando la primavera te contamina con su 

luz; ni la risa que tus labios me devuelven 

en el ciclo de marea en que todos los acantilados 

me conducen a ti. Puedo decir que la literatura

es todo, y es la nada que alimenta ese todo cuando 

nos sentamos a la orilla del ser, y el amor nace de su 

circunstancia; o puede ser la sombra que la muerte

esconde, en un azar de invierno, para que las palabras 

que digo la liberen de su olvido. La literatura 

es una memoria de aceitunas y naranjas en el verano  

de la infancia; es la caída del viejo, cuando el otoño 

se aproxima, y la repentina certeza de que una silla 

quedará vacía en el atrio de la casa; es tu cuerpo en mí, 

completando recuerdos y libertando imágenes; es 

la mesa llena en el instante de la vida, con 

sus platos llenos de sueño y los vasos 

a rebosar con el rumor transparente del tiempo. No 

es preciso aprenderla; alimentarla de casualidades, 

se mueve con las alas del silencio; canta con 

la música de un movimiento amado. La encuentro 

cuando no la espero, y voy a su encuentro 

cuando tu mirada se cruza con la mía. Está

aquí, en cada paso que doy, dura y frágil como 

la flor del campo que se renueva cuando la cogemos 

y vive para siempre en la mano que la ofrece.






Poesía


Este árbol entró en mi cuerpo con sus raíces 

de fuego; me devoró el alma con sus ramas encendidas de 

inspiración; corroyó cada rincón de mi ser con las 

hojas blancas de su ansia; y en cada primavera dio 

la flor más inesperada con la música de sus pétalos, 

y el brillo de la imagen que se abre cuando la mirada 

procura el centro de la corola. Es un árbol que no se seca

ni precisa de agua; que no pierde las hojas ni las flores 

a pesar de inviernos y otoños; que comparte el día 

con la noche, cuando procuro su sombra, y es su luz 

la que me llena. Podía ser un árbol de aire libre, pero 

también crece en los cuartos más oscuros, en las salas

donde se acumula el humo y la respiración de quien vive,

en los sótanos donde la luz no entra. Le cortan en vano las

raíces: en vano intentan apagar su fuego: nace de ser 

el humus que lo alimenta; corre en las venas la savia 

que lo recorre. Mas no crece solo; es en ti donde 

encuentra su tierra más fértil, en el frío del invierno, 

el aire que lo envuelve, cuando tu ausencia lo asfixia, 

el agua que sus flores beben, en la aridez del estío. Tú, 

con tus dedos de yedra, tus labios de polen, 

y el dulce musgo de palabras con que envuelves 

su tronco. Árbol compartido, abrigando aves del amor,

dejo que tus ramas se extiendan sobre nosotros, 

con su canto de nube, o su eco de bosque.






Verbo


Pongo las palabras encima de la mesa; y dejo que se 

sirvan de ellas, que las partan en tajadas, sílaba a 

sílaba para llevárselas a la boca, donde las palabras

vuelven a pegarse para caer otra vez sobre la mesa.


Así conversamos los unos con los otros. Intercambiamos

palabras, y robamos otras palabras, cuando no las 

tenemos; y damos palabras cuando sabemos que están

de más. En todas las conversaciones sobran las palabras.


Pero hay palabras que quedan sobre la mesa cuando nos

vamos. Quedan frías, con la noche; si una ventana se 

abre el viento las empuja al piso. Al día siguiente 

la mujer del servicio ha de barrerlas como basura.


Por eso, cuando me voy, verifico si quedaron

palabras sobre la mesa; y las meto en mi bolsillo sin que nadie 

se dé cuenta. Después, las guardo en la gaveta del poema. 

Algún día, estas palabras han de servir para alguna cosa






Poema


Las cosas más simples las oigo en la pausa 

del viento, cuando un simple batir de lluvia en los 

cristales rompe el silencio de la noche y su ritmo 

se sobrepone al de las palabras. A veces es una 

voz cansada que repite incansablemente 

lo que la noche enseña a quien la vive; otras 

veces corre, apresurada, atropellando sentidos 

y frases como si quisiese llegar al final, más 

rápido que la madrugada. Son cosas simples 

como la arena que se agarra, y se escurre por 

entre los dedos mientras los ojos procuran 

una línea nítida en el horizonte; o son las 

cosas que súbitamente recordamos, cuando 

el sol emerge en una breve rasgadura de nube. 

Éstas son las cosas que pasan cuando el viento 

se queda; y son ellas las que intentamos recordar, como

si las hubiésemos oído y el ruido de la lluvia en los

cristales no hubiese apagado su voz.






Para escribir el poema


El poeta quiere escribir sobre un pájaro:

y el pájaro huye de su verso.


El poeta quiere escribir sobre la manzana: 

y la manzana se cae de la rama donde la puso.


El poeta quiere escribir sobre una flor: 

y la flor se marchita en el jarrón de la estrofa.


Entonces, el poeta hace una jaula de palabras 

para que el pájaro no huya.


Entonces, el poeta llama a la serpiente 

para que convenza a Eva de morder la manzana.


Entonces el poeta pone agua en la estrofa 

para que no se marchite la flor.


Pero un pájaro no canta 

cuando lo encierran en una jaula.


La serpiente no sale de la tierra 

porque Eva teme a las serpientes.


Y el agua que debía mantener viva la flor 

se escurre por entre los versos.


Y cuando el poeta abandonó la pluma 

el pájaro comenzó a volar, 

Eva corrió a través del pomar 

y todas las flores nacieron de la tierra.


El poeta volvió a tomar su pluma, 

escribió lo que había visto 

y el poema quedó hecho.









* Al final del artículo aparece la versión original en portugués


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NUNO JÚDICE (Mexilhoeira Grande, Portugal, 1949), licenciado en la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa y doctorado en 1989 por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nova de Lisboa, con una tesis sobre literatura medieval titulada El espacio del cuento en el texto medieval. Se desempeñó como docente universitario entre 1976 y 2015. En los cincuenta años de actividad literaria que han pasado desde la publicación de su primer libro, La noción de poema (1972), su poesía ha sido reunida en dos ocasiones en portugués: en 1991 bajo el título Obra poética (1972-1985); y en 2001, con el título Poesía reunida (1997-2000). Recibió en 2013, por el conjunto de su obra, el xxii premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y, en 2014, el premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval.

LAUREN MENDINUETA (Barranquilla, Colombia, 1977), poeta y traductora del portugués, ha publicado una docena libros, entre poesía, ensayo y biografía. Entre sus títulos de poesía, cabe mencionar Inventario de ciudad (1998), Autobiografía ampliada (2006) o La realidad alterada (México, 2018). En España ha obtenido distintos premios por los libros La vocación suspendida (2007, premio Martín García Ramos), Del tiempo, un paso (2011, premio César Simón). En Colombia, ha recibido el premio Nacional de Ensayo y Crítica de Arte del Ministerio de Cultura (2011) y el premio de poesía Barranquilla Capital Americana de la Cultura por su libro Una visita al Museo de Historia Natural (Animal Sospechoso, 2021). Actualmente reside en Lisboa, donde desarrolla una activa labor de difusión de la poesía colombiana, con títulos como Un país que sueña. Cien años de poesía colombiana (2012) o Los versos del navegante: antología poética de Álvaro Mutis (2013).






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Nova teoria da literatura


O que é a literatura? Não é apenas essa vibração 

que vejo nos teus olhos, e me obriga a descrever 

as oscilações da sua cor no instante entre a manhã 

e a tarde, quando a primavera te contamina com a sua

luz; nem o riso que os teus lábios me devolvem, 

no ciclo de maré em que todas as falésias 

me conduzem a ti. Posso dizer que a literatura 

é tudo, e é o nada que alimenta esse tudo quando 

nos sentamos à beira do ser, e o amor nasce da sua 

circunstância; ou pode ser a sombra que a morte 

esconde, num acaso de Inverno, para que as palavras 

que digo a libertem do seu esquecimento. A literatura 

é esta memória de azeitonas e laranjas no verão 

da infância; é a queda do velho, quando o Outono 

se aproxima, e fico a saber que em breve uma cadeira 

ficará vazia no átrio da casa; é o teu corpo em mim, 

completando memórias e libertando imagens; é 

a mesa cheia no instante da vida, com 

os seus pratos a transbordar de sonho e os copos 

cheios com o rumor transparente do tempo. Não 

é preciso aprendê-la; alimenta-se de acasos, 

move-se com as asas do silêncio; canta com 

a música de um movimento amado. Encontro-a 

quando não a espero; e vou ao seu encontro 

quando o teu olhar se cruza com o meu. Está 

aqui, em cada passo que dou, dura e frágil como 

a flor do campo, que se renova quando a colhemos, 

e vive para sempre na mão que a oferece.






Poesia


Esta árvore entrou no meu corpo, com as suas raízes 

de fogo; devorou-me a alma, com os ramos acesos da 

inspiração; corroeu cada recanto do meu ser, com as 

folhas brancas da sua ânsia; e em cada primavera deu 

a flor mais inesperada, com a música das suas pétalas, 

e o brilho da imagem que se abre quando o olhar 

procura o centro da corola. É uma árvore que não seca, 

nem precisa de água; que não perde folhas e flores, 

apesar de invernos e outonos; que partilha o dia 

com a noite, quando procuro a sua sombra, e é a sua luz

que me enche. Podia ser uma árvore de ar livre; mas 

também cresce nos quartos mais obscuros, nas salas 

onde se acumula o fumo e a respiração de quem vive, 

nas caves onde a luz não entra. Cortam-lhe em vão as 

raízes; em vão tentam apagar o seu fogo: nasce do 

ser o húmus que a alimenta; corre nas veias a seiva 

que a percorre. Mas não cresce sozinha; e é em ti que 

encontra a sua terra mais fértil, no frio do inverno, 

o ar que a envolve, quando a tua ausência a asfixia, 

a água que as suas flores bebem, na aridez do estio. Tu, 

com os teus dedos de hera, os teus lábios de pólen, 

e o doce musgo de palavras com que envolves o seu 

tronco. Árvore partilhada, abrigando as aves do amor,

deixo que os seus ramos se estendam sobre nós, 

com o seu canto de nuvem, e o seu eco de floresta.






Verbo


Ponho palavras em cima da mesa; e deixo que se 

sirvam delas, que as partam em fatias, sílaba a 

sílaba, para as levarem à boca – onde as palavras se 

voltam a colar, para caírem sobre a mesa.


Assim, conversamos uns com os outros. Trocamos 

palavras; e roubamos outras palavras, quando não as 

temos; e damos palavras, quando sabemos que estão a

mais. Em todas as conversas sobram as palavras.


Mas há as palavras que ficam sobre a mesa, quando nos

vamos embora. Ficam frias, com a noite; se uma janela se

abre, o vento sopra-as para o chão. No dia seguinte, a 

mulher a dias há-de varrê-las para o lixo.


Por isso, quando me vou embora, verifico se ficaram 

palavras sobre a mesa; e meto-as no bolso, sem ninguém

dar por isso. Depois, guardo-as na gaveta do poema. 

Algum dia, estas palavras hão-de servir para alguma coisa.






Poema


As coisas mais simples, ouço-as no intervalo 

do vento, quando um simples bater de chuva nos 

vidros rompe o silêncio da noite, e o seu ritmo 

se sobrepõe ao das palavras. Por vezes, é uma 

voz cansada, que repete incansavelmente 

o que a noite ensina a quem a vive; de outras 

vezes, corre, apressada, atropelando sentidos 

e frases como se quisesse chegar ao fim, mais 

depressa do que a madrugada. São coisas simples

como a areia que se apanha, e escorre por 

entre os dedos enquanto os olhos procuram 

uma linha nítida no horizonte; ou são as 

coisas que subitamente lembramos, quando 

o sol emerge num breve rasgão de nuvem. 

Estas são as coisas que passam, quando o vento 

fica; e são elas que tentamos lembrar, como 

se as tivéssemos ouvido, e o ruído da chuva nos 

vidros não tivesse apagado a sua voz. 






Para escrever o poema


O poeta quer escrever sobre um pássaro:

e o pássaro foge-lhe do verso.


O poeta quer escrever sobre a maçã: e a maçã 

cai-lhe do ramo onde a pousou.


O poeta quer escrever sobre uma flor: 

e a flor murcha no jarro da estrofe.


Então, o poeta faz uma gaiola de palavras 

para o pássaro não fugir.


Então, o poeta chama pela serpente 

para que ela convença Eva a morder a maçã.


Então, o poeta põe água na estrofe 

para que a flor não murche.


Mas um pássaro não canta 

quando o fecham na gaiola.


A serpente não sai da terra 

porque Eva tem medo de serpentes.


E a água que devia manter viva a flor 

escorre por entre os versos.


E quando o poeta pousou a caneta, 

o pássaro começou a voar, 

Eva correu por entre as macieiras 

e todas as flores nasceram da terra.


O poeta voltou a pegar na caneta, 

escreveu o que tinha visto, 

e o poema ficou feito.



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