Nuno Júdice / Cómo se hace el poema
Nuno Júdice |
Nueva teoría de la literatura
¿Qué es la literatura? No es apenas esa vibración
que veo en tus ojos y me obliga a describir
las oscilaciones de su color en un instante, entre la mañana
y la tarde, cuando la primavera te contamina con su
luz; ni la risa que tus labios me devuelven
en el ciclo de marea en que todos los acantilados
me conducen a ti. Puedo decir que la literatura
es todo, y es la nada que alimenta ese todo cuando
nos sentamos a la orilla del ser, y el amor nace de su
circunstancia; o puede ser la sombra que la muerte
esconde, en un azar de invierno, para que las palabras
que digo la liberen de su olvido. La literatura
es una memoria de aceitunas y naranjas en el verano
de la infancia; es la caída del viejo, cuando el otoño
se aproxima, y la repentina certeza de que una silla
quedará vacía en el atrio de la casa; es tu cuerpo en mí,
completando recuerdos y libertando imágenes; es
la mesa llena en el instante de la vida, con
sus platos llenos de sueño y los vasos
a rebosar con el rumor transparente del tiempo. No
es preciso aprenderla; alimentarla de casualidades,
se mueve con las alas del silencio; canta con
la música de un movimiento amado. La encuentro
cuando no la espero, y voy a su encuentro
cuando tu mirada se cruza con la mía. Está
aquí, en cada paso que doy, dura y frágil como
la flor del campo que se renueva cuando la cogemos
y vive para siempre en la mano que la ofrece.
Poesía
Este árbol entró en mi cuerpo con sus raíces
de fuego; me devoró el alma con sus ramas encendidas de
inspiración; corroyó cada rincón de mi ser con las
hojas blancas de su ansia; y en cada primavera dio
la flor más inesperada con la música de sus pétalos,
y el brillo de la imagen que se abre cuando la mirada
procura el centro de la corola. Es un árbol que no se seca
ni precisa de agua; que no pierde las hojas ni las flores
a pesar de inviernos y otoños; que comparte el día
con la noche, cuando procuro su sombra, y es su luz
la que me llena. Podía ser un árbol de aire libre, pero
también crece en los cuartos más oscuros, en las salas
donde se acumula el humo y la respiración de quien vive,
en los sótanos donde la luz no entra. Le cortan en vano las
raíces: en vano intentan apagar su fuego: nace de ser
el humus que lo alimenta; corre en las venas la savia
que lo recorre. Mas no crece solo; es en ti donde
encuentra su tierra más fértil, en el frío del invierno,
el aire que lo envuelve, cuando tu ausencia lo asfixia,
el agua que sus flores beben, en la aridez del estío. Tú,
con tus dedos de yedra, tus labios de polen,
y el dulce musgo de palabras con que envuelves
su tronco. Árbol compartido, abrigando aves del amor,
dejo que tus ramas se extiendan sobre nosotros,
con su canto de nube, o su eco de bosque.
Verbo
Pongo las palabras encima de la mesa; y dejo que se
sirvan de ellas, que las partan en tajadas, sílaba a
sílaba para llevárselas a la boca, donde las palabras
vuelven a pegarse para caer otra vez sobre la mesa.
Así conversamos los unos con los otros. Intercambiamos
palabras, y robamos otras palabras, cuando no las
tenemos; y damos palabras cuando sabemos que están
de más. En todas las conversaciones sobran las palabras.
Pero hay palabras que quedan sobre la mesa cuando nos
vamos. Quedan frías, con la noche; si una ventana se
abre el viento las empuja al piso. Al día siguiente
la mujer del servicio ha de barrerlas como basura.
Por eso, cuando me voy, verifico si quedaron
palabras sobre la mesa; y las meto en mi bolsillo sin que nadie
se dé cuenta. Después, las guardo en la gaveta del poema.
Algún día, estas palabras han de servir para alguna cosa
Poema
Las cosas más simples las oigo en la pausa
del viento, cuando un simple batir de lluvia en los
cristales rompe el silencio de la noche y su ritmo
se sobrepone al de las palabras. A veces es una
voz cansada que repite incansablemente
lo que la noche enseña a quien la vive; otras
veces corre, apresurada, atropellando sentidos
y frases como si quisiese llegar al final, más
rápido que la madrugada. Son cosas simples
como la arena que se agarra, y se escurre por
entre los dedos mientras los ojos procuran
una línea nítida en el horizonte; o son las
cosas que súbitamente recordamos, cuando
el sol emerge en una breve rasgadura de nube.
Éstas son las cosas que pasan cuando el viento
se queda; y son ellas las que intentamos recordar, como
si las hubiésemos oído y el ruido de la lluvia en los
cristales no hubiese apagado su voz.
Para escribir el poema
El poeta quiere escribir sobre un pájaro:
y el pájaro huye de su verso.
El poeta quiere escribir sobre la manzana:
y la manzana se cae de la rama donde la puso.
El poeta quiere escribir sobre una flor:
y la flor se marchita en el jarrón de la estrofa.
Entonces, el poeta hace una jaula de palabras
para que el pájaro no huya.
Entonces, el poeta llama a la serpiente
para que convenza a Eva de morder la manzana.
Entonces el poeta pone agua en la estrofa
para que no se marchite la flor.
Pero un pájaro no canta
cuando lo encierran en una jaula.
La serpiente no sale de la tierra
porque Eva teme a las serpientes.
Y el agua que debía mantener viva la flor
se escurre por entre los versos.
Y cuando el poeta abandonó la pluma
el pájaro comenzó a volar,
Eva corrió a través del pomar
y todas las flores nacieron de la tierra.
El poeta volvió a tomar su pluma,
escribió lo que había visto
y el poema quedó hecho.
* Al final del artículo aparece la versión original en portugués
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NUNO JÚDICE (Mexilhoeira Grande, Portugal, 1949), licenciado en la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa y doctorado en 1989 por la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nova de Lisboa, con una tesis sobre literatura medieval titulada El espacio del cuento en el texto medieval. Se desempeñó como docente universitario entre 1976 y 2015. En los cincuenta años de actividad literaria que han pasado desde la publicación de su primer libro, La noción de poema (1972), su poesía ha sido reunida en dos ocasiones en portugués: en 1991 bajo el título Obra poética (1972-1985); y en 2001, con el título Poesía reunida (1997-2000). Recibió en 2013, por el conjunto de su obra, el xxii premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y, en 2014, el premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval.
LAUREN MENDINUETA (Barranquilla, Colombia, 1977), poeta y traductora del portugués, ha publicado una docena libros, entre poesía, ensayo y biografía. Entre sus títulos de poesía, cabe mencionar Inventario de ciudad (1998), Autobiografía ampliada (2006) o La realidad alterada (México, 2018). En España ha obtenido distintos premios por los libros La vocación suspendida (2007, premio Martín García Ramos), Del tiempo, un paso (2011, premio César Simón). En Colombia, ha recibido el premio Nacional de Ensayo y Crítica de Arte del Ministerio de Cultura (2011) y el premio de poesía Barranquilla Capital Americana de la Cultura por su libro Una visita al Museo de Historia Natural (Animal Sospechoso, 2021). Actualmente reside en Lisboa, donde desarrolla una activa labor de difusión de la poesía colombiana, con títulos como Un país que sueña. Cien años de poesía colombiana (2012) o Los versos del navegante: antología poética de Álvaro Mutis (2013).
Nova teoria da literatura
O que é a literatura? Não é apenas essa vibração
que vejo nos teus olhos, e me obriga a descrever
as oscilações da sua cor no instante entre a manhã
e a tarde, quando a primavera te contamina com a sua
luz; nem o riso que os teus lábios me devolvem,
no ciclo de maré em que todas as falésias
me conduzem a ti. Posso dizer que a literatura
é tudo, e é o nada que alimenta esse tudo quando
nos sentamos à beira do ser, e o amor nasce da sua
circunstância; ou pode ser a sombra que a morte
esconde, num acaso de Inverno, para que as palavras
que digo a libertem do seu esquecimento. A literatura
é esta memória de azeitonas e laranjas no verão
da infância; é a queda do velho, quando o Outono
se aproxima, e fico a saber que em breve uma cadeira
ficará vazia no átrio da casa; é o teu corpo em mim,
completando memórias e libertando imagens; é
a mesa cheia no instante da vida, com
os seus pratos a transbordar de sonho e os copos
cheios com o rumor transparente do tempo. Não
é preciso aprendê-la; alimenta-se de acasos,
move-se com as asas do silêncio; canta com
a música de um movimento amado. Encontro-a
quando não a espero; e vou ao seu encontro
quando o teu olhar se cruza com o meu. Está
aqui, em cada passo que dou, dura e frágil como
a flor do campo, que se renova quando a colhemos,
e vive para sempre na mão que a oferece.
Poesia
Esta árvore entrou no meu corpo, com as suas raízes
de fogo; devorou-me a alma, com os ramos acesos da
inspiração; corroeu cada recanto do meu ser, com as
folhas brancas da sua ânsia; e em cada primavera deu
a flor mais inesperada, com a música das suas pétalas,
e o brilho da imagem que se abre quando o olhar
procura o centro da corola. É uma árvore que não seca,
nem precisa de água; que não perde folhas e flores,
apesar de invernos e outonos; que partilha o dia
com a noite, quando procuro a sua sombra, e é a sua luz
que me enche. Podia ser uma árvore de ar livre; mas
também cresce nos quartos mais obscuros, nas salas
onde se acumula o fumo e a respiração de quem vive,
nas caves onde a luz não entra. Cortam-lhe em vão as
raízes; em vão tentam apagar o seu fogo: nasce do
ser o húmus que a alimenta; corre nas veias a seiva
que a percorre. Mas não cresce sozinha; e é em ti que
encontra a sua terra mais fértil, no frio do inverno,
o ar que a envolve, quando a tua ausência a asfixia,
a água que as suas flores bebem, na aridez do estio. Tu,
com os teus dedos de hera, os teus lábios de pólen,
e o doce musgo de palavras com que envolves o seu
tronco. Árvore partilhada, abrigando as aves do amor,
deixo que os seus ramos se estendam sobre nós,
com o seu canto de nuvem, e o seu eco de floresta.
Verbo
Ponho palavras em cima da mesa; e deixo que se
sirvam delas, que as partam em fatias, sílaba a
sílaba, para as levarem à boca – onde as palavras se
voltam a colar, para caírem sobre a mesa.
Assim, conversamos uns com os outros. Trocamos
palavras; e roubamos outras palavras, quando não as
temos; e damos palavras, quando sabemos que estão a
mais. Em todas as conversas sobram as palavras.
Mas há as palavras que ficam sobre a mesa, quando nos
vamos embora. Ficam frias, com a noite; se uma janela se
abre, o vento sopra-as para o chão. No dia seguinte, a
mulher a dias há-de varrê-las para o lixo.
Por isso, quando me vou embora, verifico se ficaram
palavras sobre a mesa; e meto-as no bolso, sem ninguém
dar por isso. Depois, guardo-as na gaveta do poema.
Algum dia, estas palavras hão-de servir para alguma coisa.
Poema
As coisas mais simples, ouço-as no intervalo
do vento, quando um simples bater de chuva nos
vidros rompe o silêncio da noite, e o seu ritmo
se sobrepõe ao das palavras. Por vezes, é uma
voz cansada, que repete incansavelmente
o que a noite ensina a quem a vive; de outras
vezes, corre, apressada, atropelando sentidos
e frases como se quisesse chegar ao fim, mais
depressa do que a madrugada. São coisas simples
como a areia que se apanha, e escorre por
entre os dedos enquanto os olhos procuram
uma linha nítida no horizonte; ou são as
coisas que subitamente lembramos, quando
o sol emerge num breve rasgão de nuvem.
Estas são as coisas que passam, quando o vento
fica; e são elas que tentamos lembrar, como
se as tivéssemos ouvido, e o ruído da chuva nos
vidros não tivesse apagado a sua voz.
Para escrever o poema
O poeta quer escrever sobre um pássaro:
e o pássaro foge-lhe do verso.
O poeta quer escrever sobre a maçã: e a maçã
cai-lhe do ramo onde a pousou.
O poeta quer escrever sobre uma flor:
e a flor murcha no jarro da estrofe.
Então, o poeta faz uma gaiola de palavras
para o pássaro não fugir.
Então, o poeta chama pela serpente
para que ela convença Eva a morder a maçã.
Então, o poeta põe água na estrofe
para que a flor não murche.
Mas um pássaro não canta
quando o fecham na gaiola.
A serpente não sai da terra
porque Eva tem medo de serpentes.
E a água que devia manter viva a flor
escorre por entre os versos.
E quando o poeta pousou a caneta,
o pássaro começou a voar,
Eva correu por entre as macieiras
e todas as flores nasceram da terra.
O poeta voltou a pegar na caneta,
escreveu o que tinha visto,
e o poema ficou feito.
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