jueves, 2 de marzo de 2023

 

Jannet Weeber Brunal / Paisaje suspendido






©Pedro Blas                                                                                   Jannet Weeber Brunal


















































La poesía, entre otras cosas, es acto de contemplación, discurrir silencioso a través de los objetos que fundan este mundo y nos obligan, por fortuna, a nombrar desde otras fronteras aquello que nos atraviesa. Sabemos también que a través de la poesía se suspenden, se conservan, ciertas imágenes que por su belleza dulce o dolorosa, quedan ancladas a nuestros afectos. Esos particulares caminos que el lenguaje poético tiene para que nos alcemos contra el tiempo y su menester son el centro de este libro de la poeta Jannet Weeber. En Paisaje suspendido el lector acude a una suerte de comunión entre la urbe y lo natural, en donde pequeños y luminosos hilos revelan que entre uno y otro espacio, sobrevive siempre la misma sustancia: la vida que se abre camino y que late diligente a pesar de la espesura que supone la torpeza humana y esa oscura tarea del progreso que termina por borrar aquello que nos antecede y que no estamos dispuestos a olvidar: la naturaleza como paisaje primordial. Aunque el poemario nos propone dos geografías aparentemente separadas, comprendemos, por contraste, que esos pequeños núcleos de sentido que están presentes tanto en la primera como en la segunda parte del libro, se cruzan para hacer evidente una visión de la vida que parece fundamental para la poeta: pese a la intromisión del hombre, la vida resiste y busca la manera de abrirse camino.

Camila Charry Noriega






_____________







Rostros 


Entre la muchedumbre del mercado, 

un ávido rostro parpadea 

en busca de lo más elemental; 


más allá de las preñadas frutas 

o las lánguidas verduras 

más allá de estos signos, 

la certidumbre de la tarde: 


intuir de nuevo el camino, 

encontrar lo que se busca 

cerrar el círculo.






En una plaza


Los paseantes avanzan, 

se sientan luego en las rocas 

cerca de la fuente a descansar. 


En lo alto de un árbol 

una bolsa de plástico 

es extensión de la rama, 

hoja verde en el invierno. 


Los paseantes se han vuelto roca: 

algo cae, 

                          algo permanece; 

el bosque permea la ciudad.






Tormenta 


Algo estalla en el espacio de la noche 

–un rumor 

una herida– 

entre espasmos reducidos y sueños de agua 

una cama se enfría, 

alguien no llega a dormir: 

bastan unas cuantas ramas para sepultarnos. 


¿En cuál de estos árboles se diluye ahora la sustancia? 

¿qué será de aquello que fue nuestro refugio primero?






Dulce es el invierno en la montaña


Dulce es el invierno en la montaña. 

Por caminos oblicuos se desprende 

el susurro de los abetos: 

un lenguaje olvidado 

se sostiene entre sus brazos, 

criaturas majestuosas 

enmudecen ante el inesperado canto. 


Entre las pocas casas, 

reluciente y blanca sobre los cuerpos 

reposa la nieve. 

Todo queda en suspensión: 

árboles 

                  fluidos 

                                    piedras, 

lo blanco deviene insuficiente. 


Dulce y transparente es el invierno en la montaña.







El bosque llama


De esta casa que habito,

el bosque es la ventana,

                    el principio del mundo.

Sobre los abetos y los cipreses

un aire frío y fresco

en silencio se instala;

la tierra que los sostiene

–cálida y húmeda–

palpita y se abre.

Temblorosas umbelas

de flores amarillas

brotan entonces de mis manos

y no son más que sereno musgo mis pies.

Una algazara de pájaros y hojas

con ternura me abraza:


                   ser desde siempre arbóreo,

                   me vacío en la raíz.


El bosque llama.






Esta casa


Esta casa 

es albergue de mirlos y gorriones 

central 

                   circundante, 

como el fondo de la memoria; 

es unidad de imágenes 

donde se ensanchan los caminos 

y la curvatura de la luz. 

Esta casa 

es nogales y manzanos en exilio, 

rostros y lugares, 

hierba erguida entre la nieve. 

El horizonte que germina en mi palabra 

es esta casa 

donde permanezco.






_________


JANNET WEEBER BRUNAL (Montería, Colombia, 1976). Maestra en Escritura Creativa (Universidad de Salamanca), combina su actividad literaria con la docencia en Suiza y Alemania. Mención honorífica Premio Platero de Poesía de la ONU (Ginebra, Suiza) en 2013. Autora de Otra cosa es el silencio (Ed. Torremozas, 2015) y Paisaje suspendido (La isla de Siltolá, 2022). Algunos de sus poemas han sido traducidos al alemán y aparecen también en diversas publicaciones tanto digitales como impresas del mundo hispano y germanohablante.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario