Jannet Weeber Brunal / Paisaje suspendido
©Pedro Blas Jannet Weeber Brunal |
Rostros
Entre la muchedumbre del mercado,
un ávido rostro parpadea
en busca de lo más elemental;
más allá de las preñadas frutas
o las lánguidas verduras
más allá de estos signos,
la certidumbre de la tarde:
intuir de nuevo el camino,
encontrar lo que se busca
cerrar el círculo.
En una plaza
Los paseantes avanzan,
se sientan luego en las rocas
cerca de la fuente a descansar.
En lo alto de un árbol
una bolsa de plástico
es extensión de la rama,
hoja verde en el invierno.
Los paseantes se han vuelto roca:
algo cae,
algo permanece;
el bosque permea la ciudad.
Tormenta
Algo estalla en el espacio de la noche
–un rumor
una herida–
entre espasmos reducidos y sueños de agua
una cama se enfría,
alguien no llega a dormir:
bastan unas cuantas ramas para sepultarnos.
¿En cuál de estos árboles se diluye ahora la sustancia?
¿qué será de aquello que fue nuestro refugio primero?
Dulce es el invierno en la montaña
Dulce es el invierno en la montaña.
Por caminos oblicuos se desprende
el susurro de los abetos:
un lenguaje olvidado
se sostiene entre sus brazos,
criaturas majestuosas
enmudecen ante el inesperado canto.
Entre las pocas casas,
reluciente y blanca sobre los cuerpos
reposa la nieve.
Todo queda en suspensión:
árboles
fluidos
piedras,
lo blanco deviene insuficiente.
Dulce y transparente es el invierno en la montaña.
El bosque llama
De esta casa que habito,
el bosque es la ventana,
el principio del mundo.
Sobre los abetos y los cipreses
un aire frío y fresco
en silencio se instala;
la tierra que los sostiene
–cálida y húmeda–
palpita y se abre.
Temblorosas umbelas
de flores amarillas
brotan entonces de mis manos
y no son más que sereno musgo mis pies.
Una algazara de pájaros y hojas
con ternura me abraza:
ser desde siempre arbóreo,
me vacío en la raíz.
El bosque llama.
Esta casa
Esta casa
es albergue de mirlos y gorriones
central
circundante,
como el fondo de la memoria;
es unidad de imágenes
donde se ensanchan los caminos
y la curvatura de la luz.
Esta casa
es nogales y manzanos en exilio,
rostros y lugares,
hierba erguida entre la nieve.
El horizonte que germina en mi palabra
es esta casa
donde permanezco.
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