lunes, 10 de julio de 2023

 

Los dominós de Jaime D. Parra / Maite Jou





                                                        
Jaime D. Parra







































Al conocer la serie de poemas gráficos de Jaime D. Parra, construidos con piezas de dominó, me hirió el recuerdo infantil de cuando sólo el domingo era festivo y los hombres de mi casa –padre, abuelo, tíos– se reunían en la galería de un patio interior del ensanche barcelonés. Las mujeres hablaban a solas, los niños nos entreteníamos a nuestras anchas: los hombres, en nubes de humo, jugaban al dominó. En esas piececitas blancas con topitos negros leo una época: en domingo (día del señor) los dominus (señores) juegan al dominó dominando (nueva derivación) la atmósfera del domus (la casa, la propiedad, el lexema común). Paradójicamente, un espacio de libertad.

Cuando Jaime D. Parra eligió el dominó para sus poemas gráficos, obedecía a un temblor distinto al mío. Iniciado ya en distintas radicalidades poéticas (Rodolfo Hinostoza, Haroldo do Campos, entre ellas) en 1974 se encontraba realizando el Servicio Militar y se llevó entre sus libros –imposible saber por qué– uno titulado Juegos de dominó españoles y exóticos de José Úbeda Sánchez. El soldadito esporádico español andaría un poco despistado de sus quehaceres cuando al marcar el paso se dejaba seducir por la plasticidad de las huellas de las botas. Hojeando el libro, encontró que la imagen repetida durante el día guardaba gran parecido con el trazo de una pieza del dominó esquimal, de formas irregulares. Nació una simbólica:
«Dando vueltas y más vueltas, y recorriendo el mismo lugar, comencé a soñar y de pronto la desesperación que tenía me fue dando la letra: "Estoy al borde de pegarme un tiro y ahora tengo con qué . Pero pensé que debía dominarme, y así del sonido, de las partidas del libro de dominós que tenía, surgió la primera estrofa: Estoy / al borde de ser feliz / y voy a escribir con vino / en siluetas / de gorriones"».
















La transgresión del momento fue definitiva: cambiar la atracción del abismo por la pulsión de vida a través del dominó-dominio en voluntad de libertad (gorriones) con alegría (vino) a pesar de los peligros (borde). Su primer poema gráfico adoptó la forma elíptica, por influencia de la geometrización onírica de Mario Lafont y una particular adjetivación figurativo-musical, sugerida por J.A. Marfil: Los sueños elípticos melodominados.















A partir de este momento,























el itinerario de los dominós de Parra fue desbrozando sugerencias. El número de fichas del juego es de 28, igual número que el alfabeto castellano, antes de la actual reforma. La combinatoria estaba en marcha, aunque optó por mantener la tradición poética de la métrica silábica, porque, lector de Schneider, sabía que en muchos sistemas místicos las sílabas son el elemento creador. Además, no hay que olvidar la revolución de la similitud de la huella y así, identificándolo con su propio paso, se vio en la impronta de reconocerse como «andante nómada exiliado», porque desde 1970 había iniciado su propia partida vital: «Irme de un lado a otro para encontrarme en otra parte o en ninguna parte, trazando un itinerario de hombre solo». Había bautizado los dibujos de las botas como «huellas linterna»; las fichas de sus dominós iluminaban pensamientos poéticos, ideas / emociones.

Tras la primera serie, nacieron otros poemas en imágenes geométrico-dominado- musicales con fichas blancas, indicadoras de estrofas. En una ocasión, las piezas dejan de ser la ficha-zapatilla del «Á ma zú lát», nombre del juego esquimal, para irse estrechando desde el pomo de una espada hacia el final de estrofa, el blanco, que hiende el infinito superior: Homenaje a Cirlot , elegía sobre fondo dorado, color simbolizante del espíritu medieval gótico del autor cantado. La leyenda reza: «Al decir Lot el pomo de tu espada llora Juan Eduardo en un color». Los topitos del pomo suman siete, significando su vinculación a Dau al Set, al fin y al cabo también un dominó geométrico (dado al siete). 

Para Jaime D. Parra la construcción de dominós poéticos fue tomando una consistencia cada vez mayor. Así, cada partida que el creador hace consigo mismo es una experiencia que sigue leyes propias, trazando distintas direccionalidades, para leerse los versos de dentro a fuera, cuando adopta la forma de estrella, o a saltos, como en el caso de la espiral. Otras veces es un descenso, como una bajada a los infiernos o al subconsciente, el propio sótano. Cruces, ojos, rosas, esferas, espirales, torres, pirámides, espadas. Cada forma una simbólica; las palabras, pureza conceptista; los colores, sugerencias. Unidad pletórica. 

Uno de estos poemas gráficos se construye en la forma de un zigurat para recordar al amigo desaparecido, E. Torre Antón: siete escalones en vertical, número mágico, y un total de 28 X 3 fichas, los tres mundos conocidos ya por el amigo. Numerología mística y paso de derecha a izquierda desde la sombra a la luz. Los seres sin sombra, aquellos que nos han dejado, devienen en cuerpos de luz, siguiendo las doctrinas del sufismo. El mito del amigo finado era el Prometeo de Hölderlin: su dominó-zigurat es así axis mundi, montaña del centro del mundo, según la simbología de Elémire Zolla. La dedicatoria es explícita: «A E.T., sombra / en luz transformada».

















Los más sugerentes de estos dominós se orientan sobre todo hacia el simbolismo del centro, como el de los colores llevado a cabo mediante palabras bisílabas titulado D mentes. En él , construye un mandala en torno al adverbio en «-mente» y a la simbólica del arco Iris (6+1 color, como indica René Guénon en Los símbolos fundamentales de la ciencia sagrada ): rosa-mente, azul-mente, añil-mente, etc. "Al pasar/ el prisma/ Iris, me/ detengo", dicen los cuatro puntos cardinales (del mundo, del cielo) para significar lo mismo que en un poema suyo, esta vez no tan visual, publicado en su libro Contrición bajo los signos (1978) y destacado por José Mª Valverde: «Al pasar de lo divino a lo humano, me detengo». En D mentes, el color nos informa de la simbología de los tres estados: transparencia, lo intelectivo; blanco, lo imaginativo; y coloreado, lo sensitivo. Pero destaca en la altura el amarillo, al que denomina «gualda» por alusión a su lugar de nacimiento, connotado doblemente: origen y aspiración a lo dorado, a la luz. La lectura circular del poema, sin embargo, irá produciendo cierto bloqueo extático con el que el autor desea que el receptor llegue a dejar la mente en blanco.





















La dinamicidad de esta composición se compensa en otra en la que prima estaticidad. Es el caso del poema Ésser («ser» en catalán) donde, sirviéndose de la forma del espejo –el mismo dominó desdoblado–, provoca significados contrarios desde el eje de simetría: Ésser = Ser: res (en catalán, para el vocablo «ser» puede utilizarse indistintamente «ésser» y «ser»«res» en castellano es «nada»). Hay idiomas que permiten coyunturas especiales. 
























El autor no quiere limitarse a expresiones restrictivas. Hay dos tipos de poesía. Uno de ellos se consume en su propio mensaje: se entiende y se abandona. El otro posee consistencia: el lector lo tiene a su servicio siempre. Se trata de dos ópticas. Al leer estos poemas gráficos de Jaime D. Parra, A. L. Bouza observó que la palabra «dominó» es el reino del «dominio», pero también del «dominus», del señor que trabaja su mundo, ordenándolo, recreándolo. Parra, más unamuniano de lo que se imagina, busca en estas obras trascender sus desgarros: «Los dominós son una forma de dominar en mis dominios, pero también de vencer mis demonios». Generalmente se asocia arte moderno con arte profano; pero esto no siempre es cierto, como bien ha visto José Corredor-Matheos, al contar con las visiones Mircea Eliade o de Titus Burckhardt sobre arte. Si Joan Brossa se acerca al mundo como si fuera un poeta zen, Gustavo Vega remite en sus formas al oído, como el mismo Bashô. Se parece uno a lo que es. 


De mi abuelo sólo conservo su dominó de marfil y ébano, amarillento, comido en los bordes, cascarilleadas las esquinas, reliquia de un mundo. Me fascinaba el rito que seguía para guardarlo: las piezas de siete en siete, apoyadas en la pared de la caja, caían a un ligero movimiento de muñecas dejando la superficie negra de sus dorsos. Como un ejército. Al mirarlo ahora, tras bucear en esta poética parriana, reconozco el blanco escondido en el negro y las piezas pasan a ser de aquí y de allá, espacio a dominar y espacio numinoso, soldados de libertad, ángeles –soldados de luz–. Oxímoron de dos mundos, el vivido y el soñado. La poética de Á ma zú lát de Jaime D. Parra nos conduce a la unidad: muerte (vida implícita) y sueño. Á ma zú lát, esquimal, cercanía del axis mundi, blanco polar, frío existencial, sílabas creadoras, dominós en pasos de sombra hacia la luz. Sagrados presentes nacen en estos poemas de huellas elípticas.







____________


JAIME D. PARRA (Huércal-Overa, 1952), poeta y ensayista especializado en el estudio y la hermenéutica de la simbología, así como en la mística y los heterodoxos. Ha publicado, entre otros, El poeta y sus símbolos (2001), Místicos y heterodoxos (2003), Poéticas del origen (2019) y Poéticas del caos (2019). Ha publicado los libros de poesía Contricción bajo los signos (1978, 2022), Huellas vacías (2005), Escolium (2007), Dominó: Aperturas (2015), Éxodo y otros poemas (2021), Papeles del desierto (2022) y Wyoming (2022).

MAITE JOU (Barcelona, 1958) es catedrática y doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Ha publicado Hora de sortida, Plaqueta-Vilamarins (2017). Ha colaborado en Objectiu fotoliterari (2021), 100 dibujos Beneyto (2023), así como en diversas revistas literarias y académicas. Fue coorganizadora del «Homenatge a Antonio Beneyto» al Palau de la Virreina de Barcelona (2022).




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario